Año 3, número 20

Palos altos, Jalisco

Hay semillas que no se conoce de qué son hasta que crece la planta. Así pasó con este proyecto y fue en Chiapas donde se dieron distintas condiciones para que germinara y comenzaran a salir sus primeras hojas. Desde 2004 la participación en un proyecto de educación autónoma y comunitaria para las bases de apoyo zapatista, hasta 2008 con  el Congreso de Psicología de la Liberación; el calor de las ideas de Ignacio Martín Baró y de la sacudida del zapatismo a las formas de luchar y habitar el mundo, se rompió la capa de una  dura semilla  ranchera.

Fotografías cortesías de Caracol psicosocial

Caracol Psicosocial,  terminó llamándose, buscando  hacer homenaje a esas dos grandes inspiraciones e identificándonos con ellas.  El “cada quien desde su trinchera” de los compas zapatistas, abrió una grieta en la tendencia tradicional de los jóvenes que dejan su rancho para irse a la gran ciudad. Esa grieta que a la vez era una herida, intentó cicatrizar con el retorno a trabajar psicología social comunitaria al terruño.  Lo que teníamos como herramientas eran algunas ideas y ganas de cambiar el mundo.  Así comienza el proyecto en el año 2009.

En el intento de hacerlo fuimos reconociendo la madeja de nuestras vidas enredadas en múltiples historias, unas muy bonitas otras dolorosas, no alcanzaba la psicología, ni tampoco el zapatismo motivaba y hacía sentido a quien no lo había vivido en carne propia, en el rancho los modos eran otros y había que irlos desenmarañando. 

La primera gran labor fue conectar con la raíz campesina, para ello fueron fundamentales los proyectos que tuvimos con las mujeres en Teponahuasco, San José de los Molinas y Sauces de Pérez, de la mano de esas mujeres conectamos también con sus esposos y surgió un proyecto de “Maizculinidades” donde comenzábamos a ver la importancia de una perspectiva crítica de género para entender lo que sucede en nuestros terruños. En esos mismos procesos nos involucramos con la escuela campesina cuando la agroecología comenzó a nombrarse. Era un concepto más híbrido, que ayudaba a ir conectando las primeras reflexiones, entre los años 2009 y 2012; luego nos fuimos involucrando con la Red en Defensa del Maíz y de varias de esas inquietudes brotó el proyecto “Desde las raíces” que nos mostró la potencia de trabajar con juventudes y casi a la par con niñeces.

Comenzamos con una educación ambiental, que se quería situada en la comunidad, nos preparábamos para hablar de reciclar, del monte, del maíz transgénico y de  los huertos, lo que muy pronto nos llevó a confrontarnos con la agroindustria. Admiramos y buscábamos las formas comunitarias indígenas y ejidales, las reflexiones de la milpa, de la agroecología más común, pero, el contexto ranchero se nos terminó cruzando. No pudimos trabajar como queríamos inicialmente   con los agricultores, porque los señores de las comunidades nos decían que eso de la agroecología era como los modos de antes y era para poquita tierra, no para varias hectáreas.  Ante esa negativa inicial de los hombres adultos, el trabajo con jóvenes se fue fortaleciendo, éramos los y las jóvenes sin tierra y con sueños, que con una huerta queríamos cambiar el mundo, mientras los señores agricultores pensaban que solo jugábamos a las “siembritas”. Fueron los jóvenes del Colectivo Juxmapa (Jóvenes Unidos por el Medio Ambiente de Palos Altos), quienes con sus acciones nos conectaron con las niñeces. De ellos surgió la idea de que lo sembrado por el caracol en el colectivo, se volviera a sembrar, pero ahora, con los más chicos “que sucedería si esto que nos pasa a nosotros le pasara a los niños desde antes”. Así  Juxmapa abrió, a petición de Juliancito,  el primer grupo de trabajo que se nombró CARACOL (Compitas Aprendiendo a Recuperar Agricultura Comunidad y Libertad).

Con los años nos daríamos cuenta de que Caracol Psicosocial trabajaba con aquellas personas que habíamos  sido expulsadas de las parcelas por las lógicas agroindustriales: mujeres, niñeces y juventudes. Fuimos entendiendo que, además de regenerar el suelo agrícola, la agroecología en lugares como el nuestro tenía que recuperar el “suelo comunitario”,  es decir las relaciones sociales que se sostienen en esas tierras agroindustrializadas.

Esto es un proceso largo que aún sigue cultivándose y que, por ahora  trata de representarse en el actual logo del Caracol, esa imagen  trata de plantear lo que fuimos entendiendo: “La palabra desde el corazón teje nuestra humanidad”. La diversidad de la milpa nos da autonomía, sustento y ejemplo. El entramado de una comunidad sostiene la vida; por eso están tejidos esos tres colores; el verde  implica la defensa del territorio a través de la agroecología, el morado representando  la necesidad enfrentar la violencia patriarcal  de nuestras relaciones,  y el rojo por la rebeldía que puede surgir de la conexión  intergeneracional.  Todo se entrelaza para buscar el cuidado de la vida digna. 

David Sánchez Sánchez

caracolpsicosocial@gmail.com