Año 3, número 20

Palos Altos, Jalisco, México.

Desde Caracol Psicosocial se hace la apuesta para que las niñeces tengan espacios alternativos donde explorar, jugar y cultivarse juntas y juntos. Dentro del espacio de juego emergen normas, roles y formas de relacionarnos los unos con los otros.

Durante estos últimos meses, compartiendo diálogo con las niñas, estas mismas expresaron sus sentires y pensares respecto a su lugar dentro del espacio de Caracol. Todas las niñas mencionaron esta sensación contradictoria de asistir a cuidar, vigilar a sus hermanos, incluso de venir a chambear, porque también tienen en su sentir estas ganas de jugar, compartir y encontrarse unas con otras. 

Yendo más allá, describieron el juego de los niños como “desordenado y con golpes”, mientras que el juego de las niñas “sigue las reglas, es ordenado y obedece”, al cuestionar qué tanto disfrutaban ellas el juego de niñas”, la respuesta fue que no era divertido a comparación de los niños, “ellos sí se divierten porque así les gusta jugar”, mencionaron. 

Varias de las niñas comentaron las faltas de respeto que los niños dirigían hacia ellas, muchas agregaron que sería mejor si niñas y niños estuvieran cada uno por su lado; al plantearnos que esto ya sucede muchas veces en el espacio sin percatarnos, una de las niñas mencionó sentir como si los niños les quitaran el espacio a las niñas; mientras que los niños corren, gritan, arrancan fruta de los árboles cuando quieren y se golpean entre sí por todo el espacio, parte de las niñas se reúne en sillas dentro o fuera del salón, en las escaleras, a veces sin participar en los juegos o actividades. 

Esto nos llevó a otro cuestionamiento, si las niñas y niños se separan en muchos de los espacios ¿Cuando aprenderán a convivir? La convivencia no sólo implica coexistencia, también “implica respeto” mencionaron las niñas. 

El trabajo en el campo, un espacio libre donde, históricamente, el cuerpo femenino ha sido desplazado y se ha convertido en el cuidado básico familiar, algo del hogar.

La resistencia y autonomía sembrada en la milpa va de la mano de una comunidad que la cultiva y cuida, una comunidad amalgamada con toda clase de seres vivos, la participación humana, la participación de las niñeces y específicamente de las niñas es especialmente relevante.

La presencia de las niñas corriendo en el campo, jugando, sembrando, haciendo composta y cosechando es revolucionario.

Pitenzin: Niñeces

Cristina Soto

caracolpsicosocial@gmail.com