Año 2, Número 7.
Lucky Alejandrina Gutiérrez Pérez
La resignificación de lo tradicional para configurar la subsistencia de vida. Eso es lo que representa Antonia López Méndez en el pedazo de tierra que la vio nacer, haciendo referencia a la localidad de Xulumo que pertenece al municipio de Aldama, Chiapas, y que tiene significados importantes en su historia, ya que desde muy pequeña creció viendo como su padre se dedicaba al cultivo de maíz, frijol y café, que han sido las principales actividades productivas transmitidas de generación en generación.
Desde los recuerdos vagos que guarda de su niñez, hace un recuento de lo mucho que le gustaba acompañar a su padre a cultivar la tierra, siempre le atrajo más la vida del campo y así paso su niñez desde los 4 años, hasta convertirse en toda una mujer, que aún, con una historia fallida para formar su propio hogar, no se dio por vencida pese a los comentarios mal intencionados que en ocasiones le ha tocado vivir, por los usos y costumbres que se guardan en su comunidad. Se ha sabido adaptar para salir adelante y buscar alternativas de vida que no ha sido fáciles sobrellevar.
Precisamente porque después de que la roya tocó su territorio, la producción agrícola se vio afectada y se tuvieron que adaptar a la baja producción en los cultivos y a que su territorio siempre estuviera marcado por los altos índices de pobreza y marginación. Así, recuerda como en una ocasión escuchó que su tía y una compañera hablaban de una nueva práctica productiva que se estaba promoviendo PROASUS en su localidad y que se anunciaba como una nueva alternativa para la subsistencia familiar. Al principio dudó en asistir porque no creía que fuera cierto lo que se decía, pero luego pensó que no perdía nada con ir a escuchar.
Después de toda la información y los requisitos que pedían, le costó convencer a sus padres para que la apoyaran, porque ella no contaba con un terreno para desarrollar la producción del MIAF-D, que lleva trabajando desde hace 4 años.
Al principio fue difícil, porque uno siempre cuando llega un proyecto lo primero que piensa es en el dinero que le puedan dar, pero acá no fue así, sino quien trabaja y se esfuerza, saca la producción y para su comida, porque lo que he aprendido es a producir sin químicos y aprovechar el rastrojo que nos genera la milpa, para hacer filtros, porque, aunque no llueva seguido, eso nos ayuda que se mantenga húmeda la tierra y se den nuestros cultivos, además con esto ayudamos al medio ambiente. Al final lo que se ve reflejado es nuestro propio trabajo.
Lo que necesitamos es solo un impulso, porque por ejemplo la preparación de la tierra, nosotros de alguna manera ya sabemos hacerlo y lo que nos enseñan es a cómo preparar las cepas y hacer nuestras siembras rotativas para tener más productos en nuestras parcelas. En el caso de los frutales vamos dejando 11 metros de separación en cada hilada. Yo al principio, cuando empecé hacer esta nueva práctica no me cuadraba la idea, igual llegué a pensar que si me iban a quitar el espacio de las plantas, que me llenaran toda la parcela, pero al final esos 11 metros que dejamos nos sirven para sembrar hortalizas, frijol (botil, amarillo rojo, ibes) garbanzo, habas, maíz y otros productos, ya ves que estamos siempre acostumbrados a que se realice la siembra dos veces al año, pero en este caso no, porque es ahí en donde se empieza a notar el cambio, porque se siembra rotativamente todo el año y se diversifican nuestras parcelas.
La producción en las cinco parcelas que tienen en su familia, aunque no sean de gran extensión, le ha generado cambios no solo en su forma de pensar y producir, sino también se ha convertido en su estilo de vida, pues recuerda que antes le gustaba irse con algunas amigas de paseo o a perder el rato, como ella misma le llama, ahora no “todo mi tiempo lo quiero pasar en mi parcela haciendo lo que me gusta”. Así mismo, los cambios también se observan las formas de consumo de la familia:
Recuerdo que antes mi papá todos los días nos mandaba al mercado porque quería sus cosas frescas, y mi hermanito y yo nos teníamos que ir a comprar en la camioneta, nunca descansábamos de ir al mercado, y era muy exigente porque quería que lo que lleváramos fuera tierno (el repollo nos decía que teníamos que ver el peso), yo ahora ya sé de eso, porque corto mis productos, por eso ahora cuando quiere -el padre- algo me dice ve a cortar a tu parcela y veo que antes él ni quería que yo me metiera a sembrar. Ahora ya nos acostumbramos a tener nuestros productos frescos y a vender parte de los productos en el mercado alternativo de la “mercadita”.