Santiago Peredo y Parada, Universidad de Santiago de Chile
Año 3, número 19
La transformación del sistema alimentario capitalista hegemónico en el escenario actual requiere de transiciones en diversas dimensiones y escalas que incluyen a todos los actores que en el intervienen.
La Agroecología, por su parte, ha demostrado evidencias para una transición exitosa, principalmente, en el ámbito técnico agronómico que han sido reconocidos por diversas instituciones. Conocemos y se ha (com)probado diversas prácticas culturales para el manejo de sistemas agroecológicos que han sido desarrollados ya sea por las experiencias de cientos de agricultores y campesinas de todas partes del mundo y/o por el trabajo de experimentación mancomunado de éstos con técnicos comprometidos con procesos de resistencia hacia formas extractivitas de producción y de consumo inequitativas.
Son muchas las dificultades o barreras para masificar o escalar las iniciativas agroecológicas las cuales han sido identificadas y estudiadas por colegas en diferentes lugares de este Sur Global. Una de ellas guarda relación con la manera en cómo nos relacionamos para llevar a cabo nuestro “quehacer agroecológico”.
Estas reconocidas evidencias del Sur Global dejan de manifiesto que existen (y son todas válidas) Agroecologías que expresan formas diferentes de interpretar el mundo. Estas Agroecologías no están referidas a enfoques y miradas que, legítimamente, buscan aminorar los impactos negativos (externalidades) que genera el modelo productivista sobre la biodiversidad o que buscan alternativas para enfrentar el cambio climático.
Estas Agroecologías plantean formas relacionales diferentes basadas en complejos sistemas de valores y conocimientos que despliegan prácticas sociales, culturales y políticas que caracterizan un quehacer agroecológico que presentan elementos comunes aunque se materialicen en estrategias distintas en cada lugar.
En suma, las raíces de estas Agroecologías, tanto en sus praxis intelectuales como políticas van desvelando un “quehacer agroecológico” que contribuyen a acciones territorializadas desde la co-creación de conocimiento apropiado para fenómenos locales que den respuestas a las necesidades de las comunidades en relación al contexto en que se desarrollan.


Algunos de los elementos que caracterizan al quehacer agroecológico en estas Agroecologías del Sur Global las podemos describir, de manera muy esquemática, de la siguiente manera
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Este quehacer agroecológico tiene una causa común muy concreta que es resolver las necesidades de comunidades agrarias para transformar sus condiciones de vida mediante la definición de propuestas colectivas para el manejo socioecológico de sus territorios. Es decir, en las Agroecologías del Sur Global, la centralidad está en las y los campesinos con los cuales se diseñan estrategias de transición para alcanzar nuevos y mejores estadios resguardando la base material de sus socioecosistemas. En síntesis, este quehacer agroecológico aboga por una producción ecológica como estrategia para la autonomía alimentaria de las comunidades campesinas y rurales.
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Para atender a esta causa común el quehacer agroecológico es crítico porque cuestiona las bases estructurales del sistema alimentario dominante basado en intensificación productiva y la especulación financiera de los alimentos.
Pero también hay un cuestionamiento de lo real y el pensamiento, así como de los puntos de vista de los grupos sociales y de las interpretaciones que se hacen sobre ellos. Esta actitud crítica va más allá de lo que se da por sentado y se explica. Lo que persigue es revelar las diversidades, desigualdades y antagonismos, incorporando las diferentes perspectivas de los grupos y clases abarcadas en situaciones de marginación y empobrecimiento.
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La reflexión es otra característica del quehacer agroecológico de las Agroecologías del Sur Global porque las transiciones no son lineales ni unidireccionales. Requieren de una revisión y análisis estratégico permanente, ya que las condiciones para las transformaciones, las personas involucradas en ellas y las correlaciones de fuerzas en estos procesos están en constante cambio y no siempre son favorables.
En el quehacer agroecológico se despliega una reflexividad respecto de la forma y el fondo de las interacciones y sus referentes. Por tanto, es una tarea colectiva que busca afianzar una seguridad epistemológica representada por todos esos diversos sistemas complejos de conocimiento.










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El involucramiento activo de quien practica la agroecología en cualquiera de sus expresiones es una característica clave para aproximarse a resultados movilizadores en procesos participativos de transformación alimentaria. La vinculación con las comunidades (como profundización de la interacción) es necesaria para alcanzar esa causa común, ya que se requiere generar conocimiento útil y operativo para dichos sujetos.
El quehacer agroecológico comprometido despliega habilidades para conseguir el empoderamiento de las comunidades locales a través de procesos de aprendizaje colectivo. Esta forma de trabajar requiere de un gran esfuerzo e implicación intelectual y emocional porque se trata de desafiar la inequidad empoderando a los grupos sociales con reducido poder, mostrar las inequidades del statu quo, y promover cambios sociales que equilibran la distribución (social) de los recursos.
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El diálogo con el entorno que practica este quehacer agroecológico es tanto con los bienes naturales que éste le ofrece, así como con las personas con las que interactúa. Es decir, junto con llevar a cabo actuaciones sobre el medio biofísico que permitan la regeneración de todas la formas de vida también resguarda las relaciones interpersonales.
Estas relaciones incluyen, sin distinción, a todos los actores de un territorio y son horizontales y afectivas para propiciar espacios democráticos de participación donde las opiniones y aportes de todas las personas involucradas en procesos de transición agroecológica sean consideradas para tomar acuerdos y poner en marcha actuaciones.
Un quehacer agroecológico con estas características tiene la posibilidad de dialogar en forma crítica en los campos interacciónales constituyendo un aporte central para una propuesta agroecológica en lo profesional (operativo) como investigativo (metodológico) que, de una parte, se hace cargo del actuar en la sociedad, desenvolviéndose de manera crítica y reflexiva en la matriz sociocultural de las comunidades (sujeto de estudio). De otra parte, se erige como una propuesta reflexiva que sin desvirtuar o negar la validez de la ciencia, previene respecto del uso ideologizado de su práctica en la academia y particularmente en la sociedad.