Lizeth Sevilla
Construcción narrativa a partir del compartir de Doña Chuy, campesina de El Rodeo, Mpio. de Gómez Farías Jalisco
Conforme da sus pasos, se escucha el crujir lento de la tierra que recibe su andar. Doña Chuy me lleva a su parcela, al pie del cerro, en la comunidad de El Rodeo, quiere compartir lo <chulos> que se pusieron los Chilacayotes y cómo crecieron arropados por un maguey de siete años de edad.
Nos metemos entre el alambre alzándolo una a la otra para no lastimarnos la espalda al agacharnos. Ahí de frente, redondos y verdes, tirados sobre la tierra encontramos los Chilacayotes.
Doña Chuy no come carne entonces, la mayoría de sus alimentos que provienen de su parcela y huerto los convierte en una receta tan diversa en colores y sabores. En el caso del chilacayote prepara un guiso: lo parte a la mitad, saca la semilla, las separa, y comienza a hacer trozos pequeños. Pone en el fogón una cacerola con un poco de aceite de girasol, cuando esté caliente agrega jitomate y cebolla picados, les deja soltar su jugo. Menea constantemente hasta que sale un olor dulce, entonces agrega el chilacayote. La cacerola de barro guarda calor así que en diez o quince minutos estará listo. Saca las tortillas del chiquihuite y se hace un taco, echándole mordidas al chile manzano que ella misma cosecha.
Para los días en que se antoja comer dulce, el chilacayote lo deja reposar unas horas en cal, la receta cambia de acuerdo al gusto de las personas. Después, saca el chilacayote y lo lava, lo pone a hervir con piloncillo y canela. Lo deja un par de horas.
Se sirve seco y lo acompañan con atole blanco de preferencia.
Ilustraciones: Tatei Aramara