Año 2, Número 8.
Dedicado con todo mi cariño a Mileydi Rodríguez
Lizeth Sevilla
¿Te has preguntado de dónde viene lo que comes, cómo se siembra, cómo se cuida mientras crece, en qué campos o parcelas, con qué paradigma, si es monocultivo y usan agroquímicos, si es agroecológico, qué viaje tiene qué hacer tu alimento para llegar a tu mesa…qué te estás comiendo y qué está comiendo tu familia?
Algunas personas no tenemos tierra para cultivar nuestros alimentos, aunque lo añoramos, otras personas tienen tierra, pero les ha invadido la agroindustria para pedirla rentada, años después les regresan la tierra muerta. Alimentos que comemos en México ya están envenenando a las niñeces, las madres tienen en su leche presencia de agroquímicos ¿tenemos soberanía alimentaria con un sistema alimentario que nos va restando y teniendo cada vez más dependientes? Tenemos mucho que aprender de otros territorios, de otras vivencias para defender en nuestros nidos nuestra alimentación, acortar las distancias, mejorar las relaciones directas con los y las campesinas.
Quiero hablarles de un espacio en el que se construye la soberanía alimentaria día a día, pero sobre todo de la magnificencia de la cocina, hablo de la Finca del Medio, un sueño hecho realidad para José Casimiro y toda su familia en Cuba, un sueño trabajado a pico y pala, abriendo camino para el agua, la tierra para las semillas y la libertad para todos los seres vivos. Toda la familia enamorada de la Finca cuida los cultivos, alimentan los animales, participan del envasado sea de tomate, haciendo licor, aceite de coco o de semillas, plátanos deshidratados con su propio dulzor, harina de yuca…pero la cocina de la Finca es un espacio amoroso, de diálogo de saberes, donde convergen todas las mujeres y al vaivén de los olores surge una polifonía de sabores, todos provenientes de frutos, carne, hortalizas de la finca, lo que Don José llama Alimentación Cero Kilómetros, una comida Gourmet, la verdadera comida Gourmet. ¿Quieren comer congrí? Tienen su propio arroz, cultivado y cuidado por todos y todas, quieren yuca, pronto bajan al lugar donde la tienen plantada y traen unas cuantas, así como malanga, ¿quieren plátanos fritos? ¿piña? ¿lechugas y tomates frescos? Ellos preparan su vinagre, su licor. En mi última estancia probé un vinagre con chile que preparó Lore, que me hacía conectar con mi pueblo, pero también con la Finca, me regaló una botella que cuido y dosifico hasta regresar.
El mejor café que he tomado es el que se cultiva, tuesta y muele en La Finca, un café que me conectó para toda la vida con Mileydi Rodríguez, una mujer llena de saberes y amor por su familia, que a través de la comida quiere, nutre, alimenta también a quienes vamos con los ojos bien abiertos a aprender a la Finca del Medio. Su comida además nos va desintoxicando de nuestros mundos llenos de agrotóxicos, de medicina, de intermediarios y mercados sin alma.
Cierro los ojos para tratar de narrar la maravilla que fue para mí conectar con ella, con todas las mujeres de la finca y encontrarnos en un lugar místico como es la cocina. Daban las cinco de la mañana, todos y todas acudimos a la cocina donde nos esperaba Mileydi con el café recién preparado y distribuido en los jarros de cada quien, niñas, niños y adultos. Después acudimos al lugar en el que ya estaba José, Chavely y Lore con las vacas, que nos regalaban un poco de su leche para hacer los capuchinos. Ahí hablábamos un poco del día, de las actividades y cada quien se iba retirando, unos a llevar a las vacas libres al campo, otros a alimentar puercos y gallinas, Amanda iba a darle de comer a sus conejos y de pronto los niños corrían a ver sus palomas. Ahí, en el establo teníamos conversaciones maravillosas con Don José mientras también nuestra hija pequeña, Aimara iba a ayudar a jugar…A veces nosotros también colaboramos, pero disfrutamos cuando podíamos hablar un poco con todos y todas, jugar un poco con los niños y las niñas. Yo me iba a la cocina, ahí Mileydi se sentaba conmigo en las sillas mecedoras, tomábamos café, hablábamos un poco de plantas, ella hablaba con Chavely, su hija menor, de la comida del día y todo comenzaba a suceder. De pronto llegaba la Yuca del mismo campo, el pescado que acercaba José su hijo, directo del estanque, el queso, la malanga que traía Lore…íbamos siendo más en la cocina y comenzaba a suceder la magia. Pronto a pelar ajos, poner los frijoles al fuego, el arroz con leche en una estufa construida por Don José hasta la perfección: que se haga el arroz con su delicadeza, el puerco en su propio jugo, que se deshidraten los plátanos y que el humo no esté dentro de la casa.
Mileydi tomaba el mortero entre sus manos y comenzaba a moler condimentos, surgían olores indescriptibles que mi paladar trataba de encontrar en la memoria…pronto a freír plátanos, cocer la malanga, la yuca el boniato cuando era tiempo. Lisandra preparaba otros alimentos, Chavely la ensalada y el arroz con leche, y Leidi la hija mayor cuando llegaba a la finca convocaba a la alegría de todos y todas por tener a toda la familia junta. Ahí en la cocina hablábamos, reíamos, a veces lloramos por presentir cómo se iban los días tan rápido y cómo nos íbamos a extrañar.
Se ponía el mantel en la mesa, se colocaban todos los lugares y como un baile nunca antes visto comenzaban a acercar primero el Congrí, luego los frijoles, la malanga, la yuca, el pescado empanizado y lleno de queso, la ensalada fresca con un poco de vinagre, los plátanos fritos, agua de fruta de temporada, el arroz con leche…todos y todas a la mesa a compartir, a dialogar: esa es la verdadera comida cero kilómetros, la verdadera comida gourmet, la que puedes consumir porque no contamina el territorio, la que es agroecológica, la que convoca a los saberes.
Mi ombligo está sembrado bajo un árbol de cítrico de la finca del medio y mi corazón con toda la familia.