Año 3, número 16
Lizeth Sevilla
Cuando CONAHCyT notificó que el proyecto Transición Agroecológica en la Agricultura de Pequeña Escala en tres Regiones Agrícolas de México había sido aprobado, nosotrxs en Jalisco sentimos mucha emoción. Hacía 15 años acompañábamos procesos comunitarios en la Sierra del Tigre, guardando los sueños enormes para cuando fuera posible arroparlos de manera puntual y con un techo económico que permitiera dar solución inmediata a problemas urgentes como el agua. El viaje comenzó, talleres participativos para diagnosticar el estado de la agricultura en cada familia, problemáticas que fueron nombrándose, fantasmas viejos apareciendo en el discurso de las familias, sobre todo con la presencia de un apoyo tan significativo como el de CONAHCyT y era el fantasma del asistencialismo: ¿De a cuánto nos toca a cada familia? “Si ella tiene riego yo también quiero”, “dice mi compadre que si entra al grupo cuánto le dan”, “si no hay dinero no trabajo, así le hacemos siempre que viene gobierno”.
Ningún proceso de transición es lineal ni en escala, aprendimos en estos tres años acompañando a familias de la comunidad de El Rodeo y en Ciudad Guzmán, Jalisco, México, que el caminar es como un caracol, con pausas, regresos, avances, que la transición agroecológica debe ser integral, intergeneracional, feminista, no niñefóbica y que hay territorios que paulatinamente se van desprendiendo de su piel de las formas de trabajar con los programas de gobierno.
Cuando hablábamos de un trabajo horizontal causaba ruido: “Mejor tengamos una presidenta, secretaria y tesorera”, “las decisiones que las tome un líder”…entonces en tres años es complejo hablar de que una comunidad transitó plenamente a la agroecología, que producen 100% agroecológico sus alimentos, que se establecieron nuevas dinámicas más sororas, amorosas y respetuosas con la naturaleza.
Lo que si pasó fue que sembramos entre todos y todas, una semilla, muchas preguntas, varios caminares, los agroquímicos se fueron 90% de las vidas de las familias que transitan, no así de la comunidad, la horizontalidad se fue tejiendo paulatinamente y comenzó a nacer una familia que se acompaña, dialoga, discute, discrepa.
Nos preguntábamos ¿cómo acompañamos a las familias sin que la academia invada y ejerza saqueo? Y tomaron mayor fuerza las escuelitas agroecológicas para niñas y niños (Pitenzin), la Escuela de Saberes Rurales (Mariíya), los espacios de economías alternativas (Pochtécatl), los espacios de siembra y trabajo amoroso con la tierra (Kuautlalli), los diálogos de saberes sobre alimentación (Tlakuali) y la urgencia de compartir hacia a fuera y traer a la comunidad otras reflexiones de otros territorios que también transitan hacia la agroecología, con Huitlacoche (Radio común) y Teocintle. Gaceta Agroecológica que cumple dos años compartiendo sentipensares.
Cumplimos tres años caminando con todo el proyecto, conociéndonos, arropándonos, tejiendo amistad y redes en todo el mundo. Somos una semilla que está germinando, eso tarda, lleva su tiempo, calma, dedicación: gracias a Sofía, David, Lupita, Jaqui, Rosario y a quienes se fueron moviendo porque así es la vida, pero que dejaron también su semilla en la comunidad: Noemí, Carlitos, Nadia.
Vienen otros caminares ahora de las familias y otros acompañamientos ahora con las niñeces, las últimas niñeces del bosque.
Por agroecologías diversas, amorosas, respetuosas.