María Luisa Gordillo Mendoza
Ejido Nuevo México, Villaflores, Chiapas
Año 3, número 17
A mí mi padre me enseñó a cultivar la tierra como a él le enseñó mi abuelo. Rozábamos, tumbábamos y quemábamos para sembrar la milpa. Sembraba sólo maíz, y rara vez sembraba frijol. Se puede decir que era monocultivo sembrado en línea recta a favor de la pendiente. Quemaba el rastrojo todos los años para volver a sembrar. Además, utilizaba mucho herbicida para matar el monte y tiraba mucho fertilizante, de tal manera que mi suelo se fue quedando muy pobre y por eso mis rendimientos eran muy bajos, de 2 a 3 toneladas por hectárea. Todo eso hacía sin saber el gran daño que le causaba a la naturaleza.
Desde que comencé a hacer agricultura de conservación mi parcela comenzó a mejorar. Y desde hace tres años que comencé a practicar la agroecología, mi parcela “El Tamarindo” prácticamente se ha convertido en una parcela agroecológica. Hago cero labranza, ya no quemo, ya no uso agroquímicos, construyo filtros y todos mis cultivos los siembro a curvas de nivel en contra de la pendiente del terreno, eso me ha servido para retener el suelo y conservar humedad.
Siembro Milpa Intercala con Árboles Frutales – Diversificada. Siembro mi maíz intercalado con frijol, calabaza y árboles frutales. También, tengo un espacio en el que siembro hortalizas y plantas medicinales. Tengo un módulo de lombrices californianas que me ayuda para fertilizar todas las plantas sembradas. Tengo una cisterna y un pozo para la captación de agua, sobre todo para la temporada de sequía.
Aprendí a preparar y aplicar bioinsumos como el caldo bordelés, super magro, agua de vidrio y agua carbonatada, que he utilizado en la parcela. Además, elaboro y coloco trampas de cebo para la mariposa del gusano cogollero y la mosca de la fruta. Coloco algunos objetos para ahuyentar pájaros y roedores que a veces dañan los cultivos.
Aunque todo esto me ha costado mucho esfuerzo y trabajo, y me ha preocupado más en tiempo de sequía, porque hay que regar las plantas y los frutales, pero a pesar de todo ha valido la pena, porque yo cuando iba a imaginar que en mi parcela iba a haber papaya, limón, naranja, mamey, aguacate, yaca, guayaba, chicozapote, guanábana, coco, nanche, mandarina, níspero, chiles, machetón, yuca, papausa, jocotes, frijol, hortalizas, árboles maderables y otros más. Ya no sólo tengo maíz, sino que puedo cosechar muchos más productos para el consumo de la casa, para la familia, y algunos que ya hay más, ya se comienzan a vender.
Ahora me siento feliz porque sigo cultivando el maíz, que es mi principal sustento, aunque ahora lo hago de forma distinta. Y sé que en mi parcela puedo tener muchos más cultivos sin dejar de cultivar el maíz, además, sé que estoy protegiendo lo que es el suelo, el agua y la biodiversidad.
A mi me gusta lo que veo en mi parcela, y parece que también les gusta a las personas que la visitan, porque si he recibido a estudiantes, profesores, técnicos, niños y niñas que se han interesado por conocer y saber cómo trabajo.