Sofía Margarita López Navarro
Año 3, número 17
Guadalupe Mancilla Sánchez es una mujer con determinación, camina con fuerza con su sombrero adornado por flor que usa para cubrirse del sol; en sus manos arrugadas por la edad sostiene su machete para abrir camino por las veredas, avanza con seguridad sin importarle los caminos estrechos y las telarañas que en esta temporada invaden cada rincón. Es una mujer que da vida en el campo y el campo le da vida a ella.
Lo primero que Guadalupe me muestra es el río, abundante y con corriente fuerte. Conozco ese río, es el mismo que pasa por Tuxpan. Conectados por el mismo territorio, estamos en la comunidad de paso de San Juan, una delegación peculiarmente pequeña, una loma con un largo camino con empedrado ahogado, pocas casas, es más una moderna brecha por la que pasamos distintos predios hasta llegar al río.
Justo en ese lugar me encuentro con Guadalupe quien ya me esperaba en el intenso calor del medio día. Emprendimos camino a conocer su huerto, su seguridad era contagiosa, nos conocimos en un encuentro de mujeres rurales hace un año, pero pocas palabras cruzamos, así que aprovechamos el camino para conocernos bien. Ahí me explico que lleva toda su vida viviendo en la comunidad, muy joven se casó y formó una familia a la que alimentó con lo que cosechaba de su campo.
Guadalupe es una mujer que a sus 63 años continúa viviendo en el rancho que le tocó reconstruir del temblor que sacudió a la región en el año 1985, un rancho con árboles que ella misma reforestó y los ve como sus hijos. Una casa sobre una loma que tuvo que aplanar con pura pala. Su casa y su huerto están separados, la parcela donde siembra cacahuate, frijol, calabaza, chiles, maíces y distintas cosas de temporada, es un terreno que ella misma compró con su trabajo.
Aunque Guadalupe es hija de familia campesina, las tierras heredadas no fueron para ella. Su ingreso fueron las vacas que adquirió y de las cuales sacaba leche y productos derivados para consumo propio y venta. Un día decidió que vendería sus vacas para comprarse un pedazo de terreno, en el que ahora abunda la comida que ella consume. Guadalupe también ha sido una mujer resiliente, que con su esfuerzo y cansancio les ha brindado educación a sus hijos, de los cuales habla con orgullo y los describe como personas que aprendieron a enfrentar retos y valorar las cosas, pero sobre todo a dar vida: dar vida con amor, apoyo y comunidad, así como ella en el campo.
Guadalupe tiene claro que vivir en la ruralidad es vivir en abundancia, en una riqueza que muy pocos valoran y muchos otros envidian. Ella es feliz viviendo en el campo, sus rutinas están en cultivar, cuidar y cosechar. Es una mujer orgullosa de su origen, pero no ignora el olvido que se les da a estas comunidades que no son la cabecera municipal. Guadalupe ha reportado múltiples veces a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) el mantenimiento de las zonas donde pasan los cables de luz. Aparte de que en su rancho no cuenta con luz, los cables que por ahí cruzan se han deteriorado por el roce de los árboles, ramas que Guadalupe no se atreve a cortar porque teme a electrocutar o dañar los cables.
Además, la comunidad carece de agua aun teniendo la abundancia del río, sus tierras son secas y sus cultivos tienen que sobrevivir con la escasez. El río que pasa por la comunidad es un río en abandono. Los intentos de la comunidad por protegerlo de la contaminación han sido fallidos: denuncias, firmas y peticiones han quedado sin respuesta por parte de la autoridad que en cada campaña promete hacer algo por el río en el que es cada vez más constante encontrar a los peces flotando muertos expidiendo un mal olor.
Las ruralidades sufren las consecuencias de la agroindustria, las afectaciones se vuelven directas a la salud con enfermedades por la contaminación que los fertilizantes químicos dejan en el aire, suelo y agua, pero también son despojados o malbaratar sus territorios para su venta, territorios que ellos ven como un hogar y no como un terreno que produce dinero. Guadalupe insiste en que la gente sigue pensando que por ser de la ruralidad desconocen sus derechos y por ello son vulnerados.
Guadalupe, como muchas mujeres rurales, vive en lucha por defender su casa, sus tierras, su familia y la sabiduría que ella porta. Guadalupe da vida en el campo, platica con orgullo su vida y lucha por lo justo.
Yo me siento orgullosa (…) no me avergüenzo ni de la familia de dónde vengo, ni del lugar donde vivo, sino simplemente lucho por defenderla
Guadalupe Mancilla Sánchez