Año 2, número 13
Yahayra Flores Navarro
Desde este escrito quiero compartir mi experiencia, experiencia que se ha gestado desde las paredes de mi jardín, de mi aula, de mi espacio, de mi comunidad; desde el corazón de la Comunidad de Coapan, Nayarit y desde las vivencias del jardín de niñas y niños “Sor Juana Inés de la Cruz”. Mi jardín es de organización unitaria con una matrícula escolar de 20 alumnos en total. Con la llegada del proyecto “Transición agroecológica”, a la localidad de Coapan, Nayarit; mi jardín fue considerado para que ahí se instalara un huerto escolar, pero como era algo de trabajo y soy docente unitaria, tuve que recurrir a las madres y padres de familia para solicitar el apoyo con el propósito de llevarlo a cabo, solicitud ante la cual tuve una respuesta favorable.
Conforme se fue desarrollando el proyecto en la comunidad pude percatarme de la dimensión y el impacto que podía tener el huerto. No es un proyecto a corto plazo, sino más bien se trata de un proyecto integrador que estará trascendiendo varias generaciones de niñas y niños. En nuestro caso, el huerto comenzó por sembrar la semilla de la agroecología en el contexto áulico, escolar y comunitario como una forma de contribuir e impulsar el máximo logro de aprendizajes. Además de involucrar a los infantes para que en un futuro contribuyan en la práctica agroecológica, se ha estimulado en ellas y ellos el fomento por las prácticas campesinas para que se rescate y revalorice el Maíz de Húmedo o Raza Jala, evitando así la desaparición de este que es un elemento muy fundamental para varias regiones y en sí para el municipio de Jala y de la comunidad de Coapan.
La realización del “Huerto agroecológico Arcoíris”, como mis niñas y niños han decidido nombrarlo, ha logrado situarles en el centro del proceso de enseñanza-aprendizaje para incentivarles hacía la construcción de un conocimiento libre y autónomo. De esta forma, ellas y ellos han desarrollado su potencial al incrementar el poder de imaginación gracias al incentivo de una educación alternativa que se ha caracterizado por fomentar la creatividad y la motivación, dejando a un lado y huyendo del clásico aprendizaje memorístico de la escuela tradicional. Los niños hablan y se expresan de su huerto sin memorizar nada, únicamente manifiestan las vivencias y experiencias que han tenido durante todo el desarrollo del proyecto lo que ha llevado a que se interesen y sientan curiosidad cada vez más, apropiándose del proceso y siendo los protagonistas de su propio aprendizaje.
Otra parte fundamental y no menos importante es que gracias al “Huerto Arcoíris”, hemos podido contar con un espacio en el que se cultivan también vínculos y emociones. Y no se trata únicamente de los niños y niñas, sino también de sus mamás, papás, hermanos, abuelos, tíos, primos y demás familia quienes han venido participando activamente en las diversas actividades. Ha sido de gran motivación presenciar la emoción y euforia que les causa el simple de hecho de ver crecer una planta, una fresa, una zanahoria, una lechuga, la aparición del capullo de una mariposa o simplemente el desconcierto que les provoca al ver que una planta se esté secando. Es gratificante poder observar también esa sensación cuando se llega el momento de la cosecha, y mejor aún cuando pueden degustar o comer sus propios alimentos.
Pero otra satisfacción muy grande nos la ha dado el hecho de poder participar en la “Red Agroecológica y Solidaria para la Soberanía Alimentaria-Juntxs Alimentamos La Autonomía” (RASSA-JALA). Como yo busco aterrizar los contenidos teóricos de mi programa de trabajo con actividades donde se fomenten otros aprendizajes, sobre todo prácticos, he estimulado que las niñas y niños echen a volar su imaginación ya sea realizando actividades en el propio huerto o mediante la curiosidad y la motivación por descubrir cosas nuevas como el “qué podemos hacer con lo que tienen en el huerto”. Es decir, hacemos cosas en las que vaya implicado el método científico que es algo que a los niños les fascina. Así hemos podido hacer desde manojitos de té verde, hasta pomadas y mascarillas basadas en las plantas medicinales y aromáticas que tenemos en el huerto. Algunas de ellas la RASSA-JALA nos ha dado la oportunidad de enviarlas y han sido bien aceptadas por las personas consumidoras.
Mandar algunos productos a la RASSA-JALA ha sido para las niñas y los niños una emoción maravillosa, primero porque les fascina experimentar haciendo sus propios productos y verlos ahí terminados, y después reciben un pago por ellos. Cuando se dan cuenta que tenemos dinero por la venta de sus productos se ponen felices porque saben que es un beneficio para todos. La estimulación de aprendizajes e ideas centradas en el desarrollo de habilidades emprendedoras es algo maravilloso que experiencias alternativas de mercados como la RASSA-JALA nos han dejado a nosotros como plantel. Lo creemos así porque en la educación tradicional se enseña para trabajar en una empresa, pero no se forma para desarrollar estas habilidades. Sin embargo, en nuestro jardín se está desarrollando esa disposición para potenciar que en un futuro las niñas y niños creen sus propias ideas emprendedoras.
Para mí como maestra ha significado un gran logro educativo tener el “Huerto Agroecológico Arcoíris”. Me deja una gran satisfacción y orgullo haber logrado lo que nunca imaginé, que es el hecho de que los niños y niñas con apoyo de los padres de familia pudieran pertenecer a un “grupo” de familias emprendedoras cuyo bienestar es para ellos, sus familias y su propia comunidad. Tanto yo como los niños hemos disfrutado del observar y estar inmersos en este ámbito de la agroecología que nos ha dejado una huella imborrable en nuestras vidas, porque hemos obtenido conocimiento, habilidades, intereses, destrezas, aprendizajes y sobre todo, ser parte de la familia RASSA-JALA.