Año 3, número 16

Alejandro Macías Macías

Hace poco más de 57 meses un grupo de familias campesinas, profesoras y profesores, así como jóvenes comprometidos con el respeto a la Madre Tierra, iniciamos una nueva etapa en nuestro caminar para lograr que la agroecología integral sea una realidad en nuestras comunidades rurales del sur de Jalisco, en particular en El Rodeo, pequeña y agradable localidad enclavada en el bosque de la sierra del Tigre.

Son casi 12 años los que han transcurrido desde que varios de nosotros decidimos apostar por poner en práctica formas diferentes de relacionarnos con la naturaleza y con nuestros semejantes. A partir de entonces hemos puesto en práctica diversas acciones vinculadas con la producción sustentable de alimentos, los intercambios de productos basados en la equidad, así como la defensa de la gran riqueza de saberes que esta maravillosa región ha forjado a lo largo de múltiples generaciones. Este andar nos llevó en 2019 a proponer un proyecto de transición agroecológica integral, basada en los principios del buen vivir, para la comunidad de El Rodeo, en la Sierra del Tigre, donde conocemos a familias campesinas convencidas de que la vida en el campo debe volver a sus principios y no seguir el modo generalizado que ha dañado no sólo a la Madre Tierra, sino también a nuestras relaciones comunitarias.

A partir de abril de 2022 pudimos empezar a poner en práctica este proyecto que ha sido apoyado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías. Una de las primeras acciones fue invitar a distintas mujeres y hombres jóvenes que hemos conocido a lo largo de nuestra vida académica y que sabemos de su compromiso social y con la vida saludable, para que se incorporaran al proyecto. En este tiempo, mientras algunas y algunos se han retirado para atender compromisos propios, varios más se han sumado con energía renovada y grandes ideas que enriquecen a nuestro colectivo.

Han sido dos años y medio de gran actividad, la cual ha estado plagada de logros, fracasos y retos, pero, sobre todo, de mucho aprendizaje colectivo que indudablemente ha permitido que aquello que inició como un colectivo de trabajo, poco a poco se haya transformado hasta conformar una auténtica familia agroecológica donde sus miembros participan siempre en bien de todos. Una familia donde todas y todos participan en igualdad de condiciones, donde no hay jerarquías y cada quien pone a consideración del grupo sus ideas y opiniones, donde la armonía y el convencimiento de lo que hacemos nos ha permitido superar obstáculos y redoblar el compromiso con la agroecología. En fin, una familia que seguro trascenderá los tiempos de los proyectos y prevalecerá para bien comunitario.

Quisiera terminar comentando que, como parte de este reto de transición agroecológica, en septiembre de 2022 iniciamos este hermoso proyecto de Gaceta Agroecológica Teocintle. Son dos años y, con este, 16 números en que mujeres, hombres y niñeces han compartido múltiples experiencias vinculadas con la agroecología, los saberes y las relaciones en comunidad. Por ello, deseo reconocer y felicitar a todas y todos los colaboradores que, con sus escritos, diseños y organización han hecho que Teocintle hoy sea un espacio reconocido de comunicación entre quienes amamos la agroecología.

Quiero agradecer a las familias porque aún con las vicisitudes que ha implicado hablar y vivir la agroecología, continúan transitando a su ritmo, haciéndola parte de sus vidas, reinterpretándola: gracias Doña Josefina, Doña Irma, Don Luis, Don Máx, Doña Sagrario, Doña Tere, Doña Ángeles, Doña Chuy, Don Rogelio, Claudia, así como a las profesoras de las escuelas que nos han permitido acompañarlos con huertos escolares, a las niñas y niños, a las madres por continuar. 

También quiero dejar mi agradecimiento al gran equipo que hemos conformado, quienes acompañan a las familias en sus parcelas, quienes acompañan a las niñeces, a las madres, a las maestras, a quienes documentan este gran trabajo y permiten que las voces de todos y todas trasciendan fronteras. Gracias a Jaqueline, Sofía, Rosario, David, Lupita que continúan, gracias también a Nadia, Noemí y Carlos que estuvieron, a Fany, Esperanza, Adrián y Miguel que se incorporan en una brigada multidisciplinaria con la que apoyó CUSur-UdG para continuar abrazando todas las áreas posibles para lograr una transición agroecológica integral. 

Gracias también a Lizeth y Aimara, que con amor y respeto han arropado un proyecto que ha ido más allá de lo académico, tejiendo una red en la que nos consideramos todos y todas una familia.