Guadalupe Núñez de la Mora

Soy Guadalupe Núñez de la Mora, nací en Ixtlán del Rio, Nayarit; y crecí en varios lugares de Jalisco. La mayoría rurales en los cuales mis papás siempre trabajaron en el campo. Así que mis hermanos y yo siempre trabajamos con ellos también. Ayudando en las labores que nos iba permitiendo nuestra edad.

Quienes conocemos el trabajo en el campo sabemos que no es para nada simple, en momentos quisieras huir de él, aunque es una labor de la que depende la alimentación y por lo tanto la existencia del ser humano, en ocasiones se ve como algo pequeñito. Todos hemos pasado tragos amargos con nuestros cultivos, pero a pesar de éstos aquí estamos, resistiendo, luchando por el sueño de una agricultura para todos y todas, que nos genera alimentos dignos también.

Tengo muchos recuerdos de mi infancia en el campo, ahora les compartiré uno que creo fue de mis favoritos. Donde crecí la mayor parte de mi infancia es un lugar con un clima no muy apto para la agricultura de temporal ya que su clima es semiseco, con pocas lluvias en verano. Bueno pues con estas características mis papás intentaron varios cultivos, maíz, sorgo, frijol y en una ocasión cacahuate. Sembramos los cacahuates, esperamos la lluvia, comenzaron a verdear los surcos, y brotaron sus florecitas amarillas y después se enterraron, para mis hermanos y yo era todo un descubrimiento increíble cuando mi papá sacaba las plantas llenas de cacahuates enterregados, era magia. Cada planta tiene su forma de trabajo. Y como estas hay muchas historias que podría compartir, de todas aprendí sobre todo a observar, como cada cultivo, cada estación tiene sus características especiales.

Siempre hubo una conexión especial con la tierra y las plantas, disfrutaba muchísimo de sus floraciones, de los insectos y por supuesto de sus frutos. Pero crecí, y te das cuenta como el y la agricultora vive improvisando y a veces todo se complica, así que en cuanto pude deje la casa de mis papás, decidí irme a la universidad. Y así comencé un viaje de evitación a lo que ahora puedo reconocer como parte fundamental de mis días.

Al entrar a la universidad tus ideas crecen, conoces mucha información a la que antes no ponías atención. Mi primer acercamiento con información que me preocupo en lo referente a la alimentación fue la utilización de transgénicos, que preocupante me pareció que alguien pretenda ser dueño de las semillas, el controlar cómo y con qué se producen, después el uso excesivo de pesticidas, la contaminación de agua, los monocultivos, la explotación de personas para trabajar en campo y así una cantidad enorme de problemáticas que rondan el trabajo de la tierra. Es imposible mantenerte ignorando todas estas problemáticas si bien en ese momento no regresé al trabajo en el campo si conocí la agroecología, que, aunque hay muchas formas de hacer agricultura más respetuosa con la vida, ésta es la forma con la que más me identifico ahora.

Antes de aceptarme totalmente como una mujer del campo, de la tierra, mi última parada fue en Chapala, ahí vivía en un departamentito chiquitito con Mila, Mila es mi perrita que adopté  ahí mismo en Chapala, una perrita que como yo, disfruta y se siente como un león de la selva en el huerto, es su territorio. Fue un lugar increíble para crecer como ser humano, vivía a espaldas del lago así que todos los días íbamos a caminar juntas por el malecón. A pesar de tener un espacio tan chiquito para vivir, tenía mis macetas con chícharos, lechugas, una planta de sábila. Y en mi librero siempre procuraba tener flores.

De Chapala regresé a Ciudad Guzmán, mi etapa universitaria ya la había pasado aquí. Ya había trabajado en esta tierra, ya tenía a qué regresar. Regresé a trabajar con un hombre increíble, con él coincidimos en nuestra visión de trabajo en la tierra y me recordó mientras caminábamos en el malecón de Chapala que soy de la tierra. Aquí también conocí a una gran amiga quien me recuerda cada que es necesario porque estoy en esta lucha.

Ahora el trabajo que realizo en agroecología es lleno de amor y conocedor de todos lo retos que implica, un trabajo increíble en comunidad, en este momento no tengo un huerto propio, pero trabajo en colaboración con un hombre que resiste y vive con la agroecología, tiene un huerto en medio de la ciudad, entras ahí y todo alrededor deja de ser pesado. En este huerto trabajamos la producción de hortalizas agroecológicas y plantas medicinales a pequeña escala, y apoyándonos con otros pequeños productores agroecológicos llevamos estos productos a vender a Guadalajara, además como un proyecto personal quiero generar un modelo de actividades recreativas en el huerto, para así diversificar las posibilidades de trabajo de los agricultores y que mas gente conozca esta labor vital para vivir.

Ahora les comparto quienes son las dueñas de este título, Karla y Amanda que son mis sobrinas, las niñas que más amo en el mundo, las que me inspiran y dan fuerzas para trabajar por un mundo más bonito, lleno de flores, olores frescos e insectos sorprendentes para descubrir. Para mí eso es agroecología, la sonrisa que no puedes evitar cuando el corazón se pone alegre, la brisa fresca del día, una lluvia por la noche para descansar, las infancias riendo desde la simpleza del corazón. Un abrazo cálido en familia.