Año 2, Número 7.

María Guadalupe Ocampo Guzmán

Los procesos de aprendizaje en la infancia constituyen la base sobre la que se construye el respeto o el desprecio, la empatía o la indiferencia por aquello que sustenta la vida a partir de las vivencia y convivencias, experiencias y existencias en los entornos más cercanos.  

Los niños en los espacios rurales indígenas, en situación de pobreza severa, desde pequeños participan en las actividades productivas vinculadas al trabajo de la tierra, como ocurre en las comunidades de los Altos de Chiapas. A diferencia de otros contextos socioculturales, en las comunidades indígenas, el trabajo que realizan los niños con sus familias se visualiza como un aporte a las prácticas culturales que promueven la reproducción social de los territorios comunitarios. 

Así, los niños tienen un papel importante en la reproducción de las dinámicas socio productivas de los territorios indígenas, sea por cuestiones culturales o por la fuerza del contexto que obliga a la población en edad de trabajar a incorporarse a los procesos de migración laboral temporal, dejando a mujeres y niños a cargo de los trabajos de la parcela por largos periodos.

Considerando lo anterior en Aldama se ha comenzado un proceso de reconocimiento, generación y fomento de capacidades, con especial atención en las niñas y niños en distintos espacios de la vida cotidiana en las comunidades, como el educativo, comunitario y productivo. 

Resaltan las actividades relacionadas con los talleres de agroecología con niñas y niños para conocer diferentes tecnologías y prácticas productivas amigables con el medio ambiente, para identificar la fauna y flora existente en la comunidad, así como el concurso de dibujo relacionado con la parcela que trabaja su familia. 

El dibujo se ha convertido para los niños y niñas en un mecanismo que refleja lo que viven, sienten, piensan y aprenden en su vida diaria. Dibujan su relación con el mundo que los rodea. El concurso de dibujo se celebra como parte de las ferias de la biodiversidad; la participación es muy numerosa, y reúne a niños y niñas de distintas edades, quienes presentan con mucha alegría sus obras personales y expresan su ilusión de obtener algún premio. Normalmente, dibujan su parcela MIAF-D, el módulo de hongos, sus mascotas, su casa y a la familia. 

En esta actividad existe un jurado que define los dibujos más significativos, que muestren un vínculo con la tierra y la parcela, regularmente esta tarea es un tanto difícil para el jurado, sin embargo, todos los autores reciben un pequeño obsequio por el esfuerzo demostrado en la actividad. De esta forma, a través del dibujo se fomenta en la población infantil el amor, apego y respeto por su tierra, la parcela, sus cultivos, las formas de producción y la importancia de su participación en la producción de alimentos en la familia y la comunidad.