Nadia Xochiquetzalli González Briseño

¿Qué puede contar de la siembra alguien que nació en la ciudad? que creció pisando más asfalto que tierra. ¿Puedo narrar algo más que historias e ilusiones de que pertenezco a alguna tierra, más allá de la que puedo rentar por un mes, en medio de las sectas inmobiliarias? ¿Cómo hablo de semillas si no tengo memoria? Creí que solo eran nostalgias y que no soy digna de ello. Me imagino que así se ha de sentir ser fantasma. Pero una semilla quedó en el pavimento, las historias de mi papá, cuando me contaba que mi abuelito sembró milpa en un pedacito de su patio hasta su último día. Y que, si se fue, fue porque le llenaron de cemento ese pedacito. Quizá sí quedó otro pedacito de tierra, en donde mi bisabuelita materna sembró un limón, que aún me da limones para regalarle a quien se deja. Quizá en las sábilas de mi tía abuela, que aún sacan flores de las que comen los colibrís. Quizá si hay memorias, de aquí y allá y no son nada más nostalgias. Quizá las siento cuando visito Chapala, Jalisco, que fue tierra de mi bisabuelita paterna, quizá si tengo un tantito de sangre Coca, que no se rinde. Quizá también del papá de mi abuelita, que defendía y repartía semillas de frijol cuando el cacique lo prohibía. Quizá si tengo memoria, si la busco. Quizá sí tengo semillas, esperando una tierra para germinar. Quizá la semilla soy yo, porque dentro de mí están esas historias, que cuando el viento me lleva sin que pueda resistirme, me aconsejan y consuelan suavecito.

Ojalá que la vida me dé chance de sentir que sí fui semilla y que sí florecí, que no se perdió la memoria de mis abues porque sí latió en mí. Porque sí le hice caso, cuando me dijo: “siembra, siembra, aunque sea poquito. Ahí encuentras la esperanza. Aunque sea en un bote de refresco, aunque sea nomás cilantro, siembra. Aunque sea una maceta, un balde o una jardinera chiquita. Busca el suelo bajo el pavimento, deja que respire, que se moje, que se llene de animalitos, de plantas solovinas, ve qué brota, así sin esperar, ve qué brota. Abona el suelo, con tus amores, con tus tristezas, con tus corajes. No le tengas miedo a nada, todo es abono cuando se trabaja con amor. Dale tiempo, para que se descomponga, a lo que tarde más, deja que lleguen a ayudarte, los gusanos y las cochinitas, que desbaratan y son el alma del suelo. Busca semillas, busca historias, de tus amigos, de tus amigas, de tus enemigos también. Elige lo que quieres sembrar, lo que quieres que crezca, es tu tierra, tú sabes que dejas que se enraíce. Aprende a recibir, la plantita que te regala la comadre, la compañera que tiene años sembrado, el compañero que sí heredó semillas de sus abuelos, recibe, agradece, comprométete a sembrar y cuidar, a cosechar y compartir. Siembra con emoción, desespérate porque no sale nada, equivócate y riega de más, distráete y riega de menos, agüítate porque se te murió la planta, se secó, se llenó de bichos, que te la podaron las arrieras. Enójate con las arrieras, date cuenta que sólo hacen su trabajo ¿tú hiciste el tuyo? Aprende a mirar la luna, aprende a mirar dónde pega el sol y cuánto rato. Aprende cómo si dejas esa mata de jitomate ahí se va a secar. Aprende que la lavanda es celosa. Aprende que la ruda y el romero te cuidan de los malos deseos de la vecina. Aprende que cada planta tiene su personalidad y unas no se llevan bien con otras, así como tú con unas, ya sabes con cuáles. Aprende a escuchar las historias en el huerto, aprende cómo se cuidan entre sí, que el cempasúchil cuida al maíz, que el maíz se pone triste sin el frijol, que la calabaza los cobija, que no se siembra arriba del surco, pedazo de urbana zopilota”. 

De mi huerta aprendí que soy suelo y me siembro vida. Soy cuerpo y florezco. Que también me seco, me marchito y vuelvo a nacer. Que me polinizan otras plantas, me acompañan, me visitan insectos, algunos me invaden, otros me acompañan a crecer. Aprendí que a veces las tormentas nos arrasan, pero que nuestra raíz vuelve a brotar y donde ya no tenga esperanza, ahí hay que mover el suelo, abonarlo, dejarlo respirar y volver a empezar, mi cuerpo igual.