Año 2, número 13

Ana Guadalupe Gómez Moctezuma y Cecilia Moctezuma Casas

Para nuestra familia, tener un huerto en el traspatio de nuestra casa ha significado tener un paraíso. Nuestro  huerto “La Monserrat” es un lugar sin igual que nos acompaña al mismo son de nuestros sentimientos. Para mí como Lupita, es un lugar en el que conectó mente y cuerpo para disponerme a disfrutar el proceso de siembra, cultivo y cuidado. Es un lugar donde yo digo que me refugio a “trabajar”, y lo digo entre comillas, porque he aprendido justo ahí que cuando las cosas se hacen con amor, no se siente como trabajo. No se trata solo de sembrar, sino también de esperar con paciencia a que una pequeña semilla se convierta en un fruto agroecológico listo para cosechar. 

El huerto representa el bello proceso en el que hay que cuidar, guiar, nutrir y amar cada una de las plantitas que tenemos dentro de aquel paraíso llamado “La Monserrat”. Pero no ha sido fácil para mí, ni para mi familia, pues hemos tenido que aprender y confiar poco a poco en las nuevas técnicas de manejo agroecológico que realizamos y en la importancia de llevarlas a cabo.

En Coapan, desgraciadamente como en muchos otros lugares, la agricultura que hacían nuestros ancestros se fue perdiendo. Cuando nací ya nací sabiendo, porque me platicaban mis familiares mayores que la gente ahora hacía agricultura sin muchas de las técnicas que usaban los abuelos. Antes había mucha gente que se dedicaba a la agricultura y ganadería aquí en el pueblo, pero ahora son muy pocas. Antes aquí era muy común ver pasar vacas por las calles y ahora es cada vez menos porque las personas ya casi no tienen vacas, ni producen leche. Mucha gente tuvo que migrar porque la agricultura y la ganadería no les permitía mantener a sus familias. 

Desde 2021 nuestra familia, junto a otras de Coapan, comenzó a participar en las actividades del proyecto Transición agroecológica para el estado de Nayarit que es llevado a cabo por el grupo de investigación “Actores Sociales y Desarrollo Comunitario” de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN).

A partir de ese momento, nosotros sentimos que nuestra labor como familia campesina era muy importante y debía ser reconocida porque no solo producimos alimentos, sino que verdaderamente cuidábamos y dábamos vida a las plantas al no utilizar insumos externos que acelerarán su proceso natural. Parece algo tan simple, sin embargo, es un proceso complejo porque al producir alimentos de manera 100% agroecológica, cuidamos y damos vida empezando por nosotros mismos como familia, pero también a quienes consumen esos alimentos. 

Otro reto al que me he enfrentado con el huerto es el hecho de convivir y cuidar otras formas de vida. Por ejemplo, me ha pasado que cuando tenemos almácigos o camas de cultivo, las hormigas o iguanas llegan a comerse las plantitas, entonces eso que tú ya tenías contemplado para trasplante o cosecha pues se tiene que volver a comenzar. Diferente nos ha pasado con las lombrices rojas que tenemos para producir lombricomposta y humus a las que hay que tener bien cuidadas y alimentadas para que estén produciendo los fertilizantes naturales y bioinsumos que necesitamos.  

En “La Monserrat” nosotras producimos salud al tener alimentos sanos y libres de agrotóxicos. Al día de hoy hemos podido cultivar lechuga, repollo, acelga, rábano, apio, fresa, jitomate, perejil, cilantro, zanahoria, coliflor, aguacate, guayaba, limón y papaya. También tenemos algunas aromáticas como orégano, e incluso algunas plantas medicinales como mastranzo y té verde. De la parcela del monte o del rincón, mi papá y mi hermano traen frutales y hortalizas como papayas, limones, calabazas, sandías, elotes e incluso miel. Mi papá es uno de los pocos apicultores que existen en el pueblo, que continúa conservando y trabajando casi de manera artesanal algunas colmenas que su papá trabajaba, pero que ahora él les da vida para que no se pierdan. Con todo eso que nosotros ya producíamos, más lo nuevo que comenzamos a cultivar cuando el proyecto llegó, no sabíamos a dónde se iba a destinar si no alcanzábamos a consumirlo. 

La propuesta de las familias y del equipo de la UAN fue crear una idea de mercadito alternativo al que llamamos “Red Agroecológica y Solidaria para la Soberanía Alimentaria – Juntxs Alimentamos La Autonomía (RASSA-JALA)”, el cual vino a ser un espacio seguro dónde campesinas y campesinos como yo y mi familia podemos compartir un poco de lo que cosechamos. La RASSA-JALA nos ha ayudado a distribuir algunos productos con personas que saben valorar la calidad de lo que están adquiriendo, y esto ha sido muy bueno pues nos ha permitido generar ingresos para la economía familiar. Pero también, nos ha dado como familia la satisfacción de tener la conciencia tranquila y el honor de producir alimentos que respeten a nuestra madre tierra, ya que nuestras frutas y verduras además de estar libres de agroquímicos, también están libres de violencias hacia el planeta.

Fotografía: cortesía de Ana Guadalupe Gómez Moctezuma

Gracias a la RASSA-JALA las personas no consumen solamente una simple lechuga fresca; la calabaza enmielada o las tostadas raspadas de maíz de húmedo que mandamos cada semana tampoco son un simple producto. Los alimentos que compartimos llevan nuestros sentires, nuestros pensares, el trabajo de mi familia, las recetas y enseñanzas de mi mamá y un sube-baja de sentimientos por saber que valoramos, respetamos y cuidamos el espacio de dónde vienen los alimentos que consumimos y distribuimos en esa red solidaria.