Año 2, número 14
Sagrario Guzmán
Primero quiero compartir de cómo fue el caminar desde el año 2021 que empezamos a platicar sobre el proyecto de transición agroecológica con profesores de CUSur, comenzamos a tocar puertas que nadie nos quiso abrir pues fue una primer decepción por parte de mi comunidad, los ejidatarios que no quieren trabajar para la comunidad y para ellos mismos más que nada, pero luego retomamos las esperanzas cuando el Doctor Alejandro Macías empezó a hacer gestiones en CONAHCYT para tener un apoyo y comenzar a impulsar la agroecología en la comunidad de El Rodeo. El único ejidatario que quiso trabajar en el proyecto fue Don Max, después se sumó mi mamá Josefina Reyes, mi tía, María de Jesús y una servidora que empezamos a buscar y ver la forma de cómo íbamos a trabajar, con el tiempo se fueron sumando más compañeros.
Una vez empezando a trabajar, yo me sentía muy entusiasmada, muy contenta porque estaba trabajando otra vez en un equipo, yo comencé a recordar y practicar conocimientos que tenía anteriormente en el grupo, los conocimientos que nos trajeron la ingenieras de programas de gobierno que llegan a la comunidad. Ya trabajando en el proyecto 100% junto con CONAHCYT, he trabajado arduamente y me ha gustado primero trabajar yo sola con mi familia, luego cuando se integraron las mujeres jóvenes de mi comunidad formamos otro grupo, después comenzamos a trabajar con las niñas y los niños, a enseñarlos a que se enamoren del bosque, a que ellos también cultivan sus propios alimentos y más que nada cuidar nuestra madre Tierra y la naturaleza viéndola desde el fondo pues es la casa común y después los frutos, los frutos que hemos comido en las familias y también que hemos puesto a la venta porque pues también hemos vendido, los encuentros que hemos tenido con los otros estados, con los otros compañeros que están trabajando con nosotros ha sido un proceso muy bonito que tiene también sus bajas, que tiene también a veces sus decepciones, los cansancios, lágrimas, por qué no decirlo también lágrimas que hemos derramado, no solamente yo, sino que también mis compañeros, mis compañeras, los y las investigadoras, pero hasta ahorita siento yo que ha sido un colectivo muy bonito, muy hermoso que muchas enseñanzas se nos han quedado también y que las ponemos en práctica año con año, ahora ya no usamos por lo menos en mi familia químicos, casi ya nuestros alimentos, frutas y verduras están, no digo que al 100% limpias porque la Tierra aún le falta sanar, y porque a la familia también le toca vivir su proceso, por ejemplo este año mi esposo puso hierba para el pasto, pero es un proceso que vamos llevando también vamos dándole más amor a lo natural.
Una vez empezando a trabajar, yo me sentía muy entusiasmada, muy contenta porque estaba trabajando otra vez en un equipo, yo comencé a recordar y practicar conocimientos que tenía anteriormente en el grupo, los conocimientos que nos trajeron la ingenieras de programas de gobierno que llegan a la comunidad. Ya trabajando en el proyecto 100% junto con CONAHCYT, he trabajado arduamente y me ha gustado primero trabajar yo sola con mi familia, luego cuando se integraron las mujeres jóvenes de mi comunidad formamos otro grupo, después comenzamos a trabajar con las niñas y los niños, a enseñarlos a que se enamoren del bosque, a que ellos también cultivan sus propios alimentos y más que nada cuidar nuestra madre Tierra y la naturaleza viéndola desde el fondo pues es la casa común y después los frutos, los frutos que hemos comido en las familias y también que hemos puesto a la venta porque pues también hemos vendido, los encuentros que hemos tenido con los otros estados, con los otros compañeros que están trabajando con nosotros ha sido un proceso muy bonito que tiene también sus bajas, que tiene también a veces sus decepciones, los cansancios, lágrimas, por qué no decirlo también lágrimas que hemos derramado, no solamente yo, sino que también mis compañeros, mis compañeras, los y las investigadoras, pero hasta ahorita siento yo que ha sido un colectivo muy bonito, muy hermoso que muchas enseñanzas se nos han quedado también y que las ponemos en práctica año con año, ahora ya no usamos por lo menos en mi familia químicos, casi ya nuestros alimentos, frutas y verduras están, no digo que al 100% limpias porque la Tierra aún le falta sanar, y porque a la familia también le toca vivir su proceso, por ejemplo este año mi esposo puso hierba para el pasto, pero es un proceso que vamos llevando también vamos dándole más amor a lo natural.
Y yo actualmente estoy muy satisfecha, estoy muy contenta con este proyecto, que hemos tenido con esta transición agroecológica y como dije en una reunión pues lo más hermoso es que una transmita lo que lo que está aprendiendo y lo que una sabe, en su propia comunidad, con sus propios niños, el ir rescatando todo ese proceso de milpa, todo ese proceso de alimentación sana, de plantar nuevos árboles que son propios de la comunidad y aprovechar las frutas, verduras que más que nada la naturaleza nos da porque sin agua no podemos hacer mucho por lo que también les estamos haciendo unos pequeños pozos para para también captar el agua para el mismo proyecto y para el mismo proceso que llevamos.
Queremos dar ejemplo a las personas de la comunidad, que vean lo que estamos haciendo para que también ellos pongan en práctica en sus hogares y quiza un dia la agroindustria quiera repensar sus formas de producción, invitandolos de manera respuetuosa a vivir el proceso.
Mi familia tiene unas cabañas que hemos construido al pie de cerro, ahí sembranos, hacemos escuelita, dialogamos con todas las personas. Eso nos enseña la agroecología, a compartir, a hacer poco a poco comunidad, que tampoco es sencillo.
Estamos sembrando un camino que ojalá más personas se animen a transitar, no es un camino sencillo, pero nada en la vida lo es.