QUEIROGA- BENTO Rita; ENCARNAÇÃ O Miguel; MAGALHÃES, Rita
miguel@gaia.org.ptritaqb@gaia.org.pt GAIA: Grupo de Acción e Intervención Medioambiental
Monte Mimo, troprita@gmail.com
Año 3, número 19
En 2009, Sergio y Rita se instalaron en una parcela familiar de 3,4 hectáreas. Buscando un lugar para vivir de forma autosuficiente y poniendo en práctica los conocimientos de la Permacultura, han descubierto cómo las relaciones en red son un factor determinante en un proyecto de vida rural.
Lo que comenzó como una parcela más sin diferenciarse del resto de su entorno, catorce años después es un ejemplo de trabajo familiar de regeneración del paisaje y de persistencia de un modo de vida rural. Y un ejercicio permanente de construcción de redes para la soberanía alimentaria, redes que han fomentado la autorreflexión y el aprendizaje de lo vivido. Los resultados de estos esfuerzos por la regeneración ecológica pueden verse en los registros fotográficos de las figuras siguientes. En 2014, un año antes de la puesta en marcha del proyecto agroforestal de sucesión en contraste con el 2024 es posible apreciar los cambios (Figuras 1 y 2). En 10 años se han conseguido aumentar la biodiversidad de una forma que aún no se ha cuantificado pero es observable, y la materia orgánica se estima en más de un 1%. En las fotos puede observarse el perímetro del Monte Mimo en 2014; después cómo está, en 2024. Imágenes recogidas por la plataforma explorer.land (https://explorer.land/x/project/montemimo)
La parcela Monte Mimo se encuentra rodeada de campos agrícolas que producen para la agroindustria. Es un territorio marcado por la marcha de los jóvenes a la ciudad y la comunidad, en general, presta servicios a las grandes empresas que contribuyen al empobrecimiento, degradación y vaciamiento de la ruralidad que sustenta a las comunidades del interior de Portugal.
La agroecología es un modo de vida y una posición política para esta pareja quienes han aprendido a cultivar alimentos nutritivos aumentando la riqueza del suelo y la diversidad de formas de vida en los campos, así como garantía de intercambios sociales justos entre los seres humanos. En su opinión, la agricultura es una responsabilidad compartida.
En la historia de Monte Mimo, hubo tres momentos clave de autorreflexión, que determinaron no solo las elecciones que han moldeado lo que es hoy su paisaje, sino también el modo de vida de la familia y sus relaciones en red, en una interconexión entre las tres dimensiones. El primer momento, en 2014, fue el proceso y los resultados de un sistema participativo de garantía creado por el propio Monte Mimo con contribuciones de la red de apoyo mutuo al que pertenecían ( la Red Cooperar). Este proceso se denominó Re.Pa.So (REconocimiento PArticipativo y SOlidario), en la que se analizaron diversos aspectos de la finca y se concluyó que era necesario establecer líneas agroforestales entre las parcelas del huerto. El segundo, en 2023, fue un Diagnóstico Rural Participativo de la región promovido por la asociación portuguesa GAIA, en el que participó Monte Mimo y que les permitió observar y comprender mejor las condiciones de la agricultura en el territorio en el que operan. Y finalmente, en 2023, la co-organización de una Experiencia Agroecológica de 3 días de la que derivó la difícil decisión de suspender la AMAP Sado, una comunidad alimentaria que habían creado.
Regenerar el paisaje
La recuperación del paisaje se ha producido con inspiración de muchas fuentes de conocimiento. El propietario de las tierras, el abuelo, aprendió la agricultura de su padre, que se la transmitió a su hijo Sergio. Éste Licenciado en Bellas Artes, y Rita, Licenciada en Ingeniería Medioambiental, continuaron su propio estudio y autoformación en agroecología no sólo con cursos informales y libros, sino también con vídeos en Internet y diálogos entre vecinos y amigos. Pero fue aplicando estos conocimientos y experimentando en el terreno como la pareja aprendió lo que funciona y desarrolló su modo específico de cultivar, adaptado a las características de su tierra. Toda la microvida del suelo, sus animales y su estructura se han beneficiado de las prácticas agrícolas utilizadas, estimulando la diversidad de la vida vegetal y animal necesaria para la regeneración del paisaje.
Por ejemplo, la erosión se controla orientando el huerto y los pastos según las curvas de nivel y cubriendo el suelo con residuos orgánicos. Las malas hierbas espontáneas se controlan manualmente, con las ovejas o cubriendo temporalmente los bancales después de la cosecha. También utilizan virutas de madera de su creciente agrofloresta para cubrir el suelo. También controlan a mano la mayoría de las plagas (aplastando babosas, orugas y pulgones) y algunos las dejan instalarse en una o dos plantas, con el deseo de “compartir la abundancia” con los demás seres. La presencia de plagas es señal de falta o exceso de elementos en el suelo y en las plantas, así que hacen las correcciones necesarias.
El agua procede de una gran presa instalada en el río Guadiana, que se almacena en los tres estanques situados en la finca. El huerto se riega por goteo. El modelo de huerta para el mercado es demasiado exigente y no pueden mantener un vivero. Pero guardan una parte importante de las semillas que utilizan e intercambian en el Festival de las Semillas que organizan cada año. Todos los años planifican el huerto, que incluye la rotación de cultivos.
En la actualidad, están experimentando con el pastoreo dirigido/holístico de 15 ovejas y un macho que también se utiliza para la tracción animal. El estiércol se convierte en abono y se aplica al huerto. También alimentan el suelo plantando habas y altramuces como abono verde, que enriquece el suelo. Como el compostaje es mucho trabajo, utilizan purines, biopreparados, tés de compost y vermicompost hecho por lombrices de tierra producidas en la granja.
En los pastos también siembran patatas, habas y milpa, que en Portugal le llaman de “3 Marías”. Sin embargo, necesitan sembrar una variedad de maíz blanco de crecimiento rápido, porque tiene que florecer antes que el maíz transgénico de sus vecinos, de lo contrario se contaminaría con la variedad modificada genéticamente.
Modo de vida rural
Buscando una forma de vida en la tierra, Sergio y Rita empezaron por participar en mercados y a desarrollar productos de alto valor, como salchichas vegetarianas ahumadas en la granja, tomates secos. Pero también complementaron esto con trabajo fuera de la granja.
En la siguiente fase, en 2018, crearon una asociación para el mantenimiento de la agricultura de proximidad (AMAP), en la que la gente se compromete a pagar una cuota mensual por una cesta de verduras durante un periodo prolongado, compartiendo la abundancia del verano y asumiendo los riesgos de pérdidas inesperadas de producción .
Mientras mantenían el huerto produciendo para las 15 familias de la AMAP, cultivaban unos 7.000 metros cuadrados según el modelo de la huerta con excedentes para el autoconsumo y alimentos para los voluntarios. Tras un experimento de cinco años, el aislamiento geográfico de esa región del Alentejo, lamentablemente, reveló lo poco favorable que es desarrollar este tipo de agricultura .
Tejiendo de redes
Desde su creación, Monte Mimo ha sido un nodo activo de diversas redes de apoyo mutuo que van más allá de la comunidad geográfica local. Fue el principal impulsor de la organización de la Festa da Semente (Fiesta de la Semilla) de la región de 2010 a 2018. Un evento anual de intercambio de semillas tradicionales y un mercado para los productores locales.
Monte Mimo también fue un elemento clave en el impulso de Re.Co – Rede Cooperar, una organización informal de economía solidaria e intercambio entre productores y ciudadanos repartidos por la región costera e interior del Alentejo entre los años 2013 a 2016.
Monte Mimo sigue siendo un lugar de acogida para muchos jóvenes que buscan adquirir experiencia en prácticas agroecológicas mediante estancias de algunas semanas o meses. A lo largo de los años ha acogido a más de 100 jóvenes inscritos en el programa WWOOF o en el programa europeo ERASMUS+ a través de la asociación GAIA, con proyectos en colaboración con la Junta Parroquial de Alvalade do Sado y el Museo de Arqueología, así como con la cooperativa agrícola local.
¿Qué hemos aprendido?
El gran proceso de aprendizaje de la evolución de Monte Mimo fue posible gracias a la práctica del trabajo en red. Mediante intercambios y procesos colectivos de apoyo mutuo, Rita y Sergio pudieron comprender mejor su territorio y sus necesidades para tomar decisiones que beneficiaron a todo el sistema agrario y, en consecuencia, a sus vidas.
Y aunque actualmente no mantengan una huerta para la venta en el mercado local, han encontrado otras formas de generar ingresos y realizarse con actividades basadas en principios ecológicos que les permiten seguir viviendo en el mundo rural en familia, contribuyendo a la regeneración del socio-agro-eco-sistema local.
Monte Mimo quiere presentarse como un espacio de experimentación donde se vea que una familia joven puede instalarse en el mundo rural, producir para sí misma y excedentes para el mercado, asegurar una gran diversidad de alimentos vegetales y animales, mejorar la retención de agua en el terreno y, por tanto, la vida del suelo. Sin duda, esto también mejorará los niveles de las aguas subterráneas. Sólo falta que ayuntamientos y gobiernos decidan mirar estos experimentos con el mismo interés que a la agroindustria. Y decidan invertir en este tipo de proyectos como una inversión para las generaciones venideras.