Everardo Pérez Cárdenas[1]
cird.ac@gmail.com
¡Esto ya va en serio… ya va el huerto escolar!
Miguel, Agua Caliente
Expongo aquí la estrategia de intervención que llevé a cabo, como representante del Centro de Investigación y Recursos para el Desarrollo A.C. (CIRDAC), en la localidad de Agua Caliente, municipio de Poncitlán, Jalisco, en el marco del proyecto “Reconfiguración agroecológica, alimentaria y de salud para revertir un probable daño renal y neurocognitivo asociados a la presencia de plaguicidas en niños de localidades rurales de Jalisco” del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Proyecto PRONACE: 319055 (Proyecto RAAS). Específicamente, centro la atención en los pasos dados para implementar la primera fase del Huerto Escolar y Comunitario de la telesecundaria “Adolfo López Mateos”. Asimismo, resalto la importancia de incorporar a la niñez y juventud en todo proceso local basado en la agroecología, dado que son ellas y ellos quienes tomarán decisiones sobre su territorio, salud y alimentación.
Pedir permiso
Mi inserción en la comunidad escolar no fue del todo fácil. Si bien, existía interés por parte del director y docentes de la telesecundaria, hacía falta socializar la idea del huerto escolar entre los habitantes de la localidad, en especial con los líderes de Agua Caliente. Así, durante un mes me dediqué a visitar a los representantes ejidales, comunales y municipales, así como a las abuelas y abuelos de la comunidad.
En cada plática se me cuestionó el para qué del huerto, su utilidad y quiénes lo trabajarían. Les comenté que el huerto era, en primer lugar, para que sus hijas e hijos tuviesen acceso a alimentos producidos sin agroquímicos; en segundo lugar, para que los habitantes de la comunidad tuviesen un espacio donde aprender a producir alimentos y abonos orgánicos; y, en tercer lugar, que la intención de los responsables del Proyecto RAAS, y en especial de CIRDAC, era que el huerto escolar no solo fuese una herramienta pedagógica, sino también, que fuese un huerto comunitario, esto es, que estuviese manejado por y para los habitantes. A partir de dicha explicación, los representantes de la localidad me instaron a convocar una asamblea con los habitantes, dado que, se me indicó: ¡son ellos quienes deciden!
Así, realicé la asamblea y se me autorizó trabajar en la telesecundaria. Si bien, pensé que el permiso ya lo tenía, me percaté que éste estaba condicionado a mi labor dentro de la escuela. Es decir, a mi presencia en el centro educativo y a mis actividades en la creación del huerto. Todos los días que asistí a trabajar, pasaban habitantes por las afueras de la escuela y me gritaban: ¡inge sí vino!, ¿cómo va ese huerto?, ¡ya se ven las terrazas!
Formar técnicos locales y ganar confianza
Si bien, dentro del marco del Proyecto RAAS, CIRDAC tenía la facultad de contratar a especialistas agrónomos o agroecólogos para trabajar en la implementación del huerto, decidí que era mejor formar técnicos locales, dado que, todos los conocimientos se quedarían en la comunidad, a la par de que en el trabajo e intercambio de experiencias constante me podría ganar su confianza. Así, invité a colaborar a la mamá de una estudiante, y a un papá que había sobrevivido al daño renal, pues tenía un trasplante.
Toda actividad con ellos fue sumamente reveladora para mí. Cuestionaban cada actividad, cada indicación y cada resultado. Para ella y él toda labor era nueva, si bien, eran productores de maíz y chayote, nunca habían trabajado la tierra para sembrar hortalizas en laderas. Así, cuando hablaba de curvas de nivel, terrazas y camas de cultivo, ellos me debatían el para qué. En sus rostros había duda.
Ésta incrementó cuando el Proyecto RAAS se vinculó con la Estrategia de Acompañamiento Técnico en Agroecología de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural del Gobierno Federal (SADER Federal). En cada sesión para conocer y preparar biorremedios, salían contrariados, pensativos. Estaban iniciando un proceso de desestructuración del habitus, es decir, se cuestionaban las enseñanzas de sus antepasados sobre cómo producir alimentos.
Aunado a lo anterior, la confianza se fue estableciendo entre ambas partes cuando hice visible que conocía la problemática del daño renal, dado que mi padre había fallecido de dicha enfermedad. Esto generó empatía y, principalmente, puntos de encuentro y diálogo más allá del huerto. El daño renal, pero, sobre todo el compartir las vivencias, pensares y sentires sobre tal situación, fue lo que fortaleció mi vínculo con los técnicos locales en formación.
Intercambiar saberes
La estrategia de acompañamiento que implementé con la comunidad escolar fue el compartir saberes y utilizar lo que estaba a la mano para trabajar. Esto es, hacer en cada sesión un intercambio de conocimientos y echar mano de lo que estaba al alcance para hacer la práctica.
Aunado a ello, toda sesión iniciaba con una pregunta relativa a su cotidianidad e historia: ¿han hecho esto?, ¿han trabajo así? ¿han usado esto? Y, principalmente, ¿cómo lo han hecho, trabajado, utilizado?
Así, cuando fueron las sesiones del trazado de las áreas de siembra, el diseño de las terrazas y la siembra directa, utilizamos lo que estaba a la mano o que era ya de uso común, a la par de que partíamos con un intercambio de experiencias. Para trazar las áreas de siembra, utilizamos el nivel de manguera con agua, colocamos estacas y usamos los pasos para medir. Con el azadón y el pico abrimos la tierra e hicimos las terrazas. Y, con las manos echamos las semillas al suelo y con el pie movíamos la tierra.
En cuanto a los docentes y directivos, en cada sesión les preguntaba -previa explicación de la actividad- ¿esto que veremos aquí, le sirve de algo en el aula?, ¿el tema lo abordan en clase?, ¿lo visto en el huerto les sirve para reforzar un conocimiento? La intención de dichas preguntas era generar en ellos un proceso de reflexión donde vinculasen los temas de clase con las actividades de siembra. Es decir, visualizar al huerto escolar como una herramienta pedagógica.
Agroecología para la niñez y la juventud
A partir del trabajo en la telesecundaria de Agua Caliente y la vinculación con el técnico agroecólogo de la SADER Federal, considero que, para lograr cambios radicales en las formas de producción a nivel local o comunitaria, es necesaria la incorporación de la niñez y juventud en los procesos formativos. Dado que son ellas y ellos quienes tomarán decisiones sobre su territorio, salud y alimentación del proyecto denominado “Reconfiguración agroecológica, alimentaria y de salud para revertir un probable daño renal y neurocognitivo asociados a la presencia de plaguicidas en niños de localidades rurales de Jalisco” del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Proyecto PRONACE: 319055.n. Es el relevo generacional que permitirá reconfigurar nuevas pautas culturales alimentarias.
[1] Director del Centro de Investigación y Recursos para el Desarrollo A.C. e integrante del equipo de trabajo del proyecto PRONACE: 319055, financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.