Año 2, Número 7.

Héctor B. Fletes Ocón

Hugo S. Rojas Pérez

En el ejido Nuevo México del municipio Villaflores, María Luisa se incorporó al colectivo para la transición agroecológica (TA). Ella se inició en la agricultura desde que acompañaba a su papá quien le heredó derechos ejidales: recuerda cómo iba a trabajar la milpa y desde pequeña “le tuvo amor a la tierra”. Tiene casi una hectárea incorporada al proyecto de transición agroecológica, en donde se instaló el sistema MIAF diversificado (MIAF-D). 

Ella estaba acostumbrada, como el resto de los campesinos de la zona a “poner mucho fertilizante por puños”, utilizar químicos para matar hierbas y herbicidas. Pero ha realizado prácticas de agricultura de conservación desde el año 2014, cuando dejó de quemar para mantener todos los residuos de cosecha como cobertura del suelo, rotación y relevos de cultivos y plantación de leguminosas mejoradoras de suelos. Ahora utiliza los mismos residuos de la cosecha triturando y dejando que se descomponga. La tierra “ha mejorado mucho porque conserva humedad, aunque no llueva… pasó de dar media tonelada de maíz, como cuando papá vivía, a seis o siete toneladas por hectárea”. 

Respecto al proyecto de TA, le costó trabajo comprender “cómo era eso de la agroecología en los cultivos”. Le parece que la implementación de la parcela MIAF marcha bien, sin embargo, no comprendía por qué los surcos tendrían que estar “en círculo” (líneas en contra de la pendiente) tal y como están las curvas de nivel con árboles frutales. Después entendió que se hace así porque se trata de evitar el deslave del suelo y que no se pierdan los minerales. Refiere estar muy contenta por los árboles frutales que son muchos y variados y seguramente en unos años darán frutas, mientras ya se ha consumido en familia las hortalizas producidas.

El éxito que está presentando la parcela MIAF-D se debe, de acuerdo con sus propias palabras, a que “ya tenía cierta experiencia con otros programas en los que ha participado además de la atención que ha tenido el equipo del MIAF-D porque no la han dejado sola”.

Un aspecto relevante es que al inicio no se identificó que la agrupación familiar cooperara directamente en las labores agrícolas de siembra y cosecha. La productora paga permanentemente a dos trabajadores para realizar las labores de sus dos parcelas. Con el tiempo, a través de las distintas labores realizadas, en las que el colectivo de TA trabajó directamente con los productores (trazo de la parcela, siembra, poda), distintos familiares hicieron presencia paulatina participando en estas labores. Esto sucedió en el caso de la siembra de los frutales donde una sobrina de la productora, que actualmente estudia ingeniería en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (unidad Villacorzo) participó y mostró un gran interés en esta y otras actividades. Así también sucedió en el caso del adiestramiento y realización de poda, en donde participaron dos familiares menores de la productora -una niña y un niño-, y además otro sobrino mayor de edad se ha involucrado constantemente.