Con una agricultura para la vida.

Escuela para Defensoras Benita Galeana A.C

Año 3, número 17

El trabajo que realiza Agripina da cuenta de lo que hacen las mujeres en el campo y visibiliza la labor de cuidado y de reproducción de la vida. 

Al igual que el resto de las participantes del grupo de Agua Caliente, Jalisco, Agripina es una mujer comprometida con su familia y en la conservación de los modos de vida de su comunidad. Desde hace 6 años adoptó prácticas agroecológica de cultivo de maíz y, con el buen temporal, tendrá una cosecha de maíz orgánico y otros alimentos nutritivos como calabazas, tomates, chiles y chayotes que se dan alrededor de la milpa y que encantan a su familia. 

Yo creo que los pequeños cambios que hemos venido haciendo en la regeneración de nuestros suelos han aportado en algo para que hoy tengamos cosechas abundantes

dice Gregoria quien también participa en el grupo. 

Ellas son dos de tantas mujeres que viven y trabajan en el campo, que comen y gozan de las actividades de la agricultura como una forma vida a pesar de las profundas brechas de género en la propiedad de la tierra y el acceso a recursos. Reconocemos que las mujeres rurales juegan un papel decisivo en el desarrollo sustentable, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza. También reconocemos su rol en la trasmisión de conocimientos, incluyendo la memoria histórica de los pueblos, que se encuentra en sus alimentos y los saberes técnicos como el manejo agroecológico, selección y conservación de semillas, reproducción y uso de las plantas medicinales. 

Fotografía cortesía de Escuela para Defensoras Benita Galeana A.C

En su día a día, las mujeres rurales preparan los alimentos para sus familias, llevan a sus hijxs a sus escuelas y participan en las reuniones de la iglesia y de su organización sin descuidar la labor de la tierra. Ellas sostienen la vida desde su labor reproductiva y productiva, poniendo la vida en el centro sin una mirada mercantilista y desde una autogestión comunitaria. 

Cuando hablamos de una “agricultura para la vida” nos referimos a la labor que las mujeres realizan en la casa y fuera de ella. En promedio las mujeres rurales trabajan 2.7 horas al día más que los hombres, ya que en ellas recaen las tareas de reproducción y manutención como ir por agua, recoger leña o cocinar, además de que también participan en el manejo de animales y el cultivo de la tierra. 

Al llegar el temporal, las mujeres de Agua Caliente y sus familias se preparan para comenzar las labores del campo. En abril inician limpiando el terreno, en mayo rastrean las parcelas y hacen una celebración para pedir un buen temporal y en junio siembran. En julio y agosto deshierban y de septiembre a diciembre cosechan. En enero y febrero procesan la cosecha, es decir, desgranan el maíz, lo limpian y guardan en contenedores para tener alimento todo el año, y en marzo descansan. 

Fotografía: Sofía Margarita López Navarro

A pesar de las múltiples tareas que realizan las mujeres en doble o triple jornada, el trabajo reproductivo se sigue invisibilizando, lo que perpetúa su exclusión y discriminación en el ámbito público y privado, su dependencia económica y vulnerabilidad social. Por ello consideramos importante reconocer el papel que tienen las mujeres en la sostenibilidad de la vida dentro de las sociedades actuales.

Para la Escuela Benita Galeana hablar de una agricultura para la vida es situar el trabajo productivo y el trabajo doméstico como centrales en la vida en común, en ello, también son las mujeres quienes están recuperando otras formas de relación con la naturaleza orientada por la ética del cuidado para la sostenibilidad de la vida, por eso las mujeres son las parteras de la agricultura.