Año 2, Número 8.

Alejandro Macías Macías

En el corazón de Cuba, en el municipio de Taguasco, perteneciente a la provincia de Sancti Spíritus, se encuentra la Finca del Medio, modelo ejemplar de transición agroecológica en este país antillano. En dicha finca vive don José Antonio Casimiro González y su familia, compuesta de dos hijas y un hijo con sus respectivas parejas, así como cuatro nietos.

La Finca del Medio se ubica en una zona semiárida, cuyas condiciones no son las mejores para la agricultura. En estas tierras, durante los años sesenta José vivió su niñez, cuando sus abuelos, de origen español, producían tabaco y otros vegetales en condiciones cercanas al monocultivo, precisamente durante los años previos e inmediatamente posteriores al triunfo de la revolución cubana (1959). Más adelante, a los 11 años, se trasladaría para estudiar a Sancti Spíritus en una escuela deportiva, mientras en el poblado urbano cercano a la finca, llamado Zaza del Medio, vivían sus padres y hermanos.

Después de estudiar hasta la secundaria, casarse a los 16 años con doña Mileidy Rodríguez, de la misma edad, participar en los años setenta en la guerra de Etiopía, procrear a sus primeros dos hijos (Leidy y José Antonio, más adelante llegaría su tercera hija Chavely) y trabajar a su regreso en distintos empleos urbanos, en 1991 don José volvió a trabajar en la finca, aunque seguía viviendo en la ciudad. Sin embargo, en 1993, cuando tenía 35 años de edad, tomó conjuntamente con su familia (sus hijos en ese momento tenían 11 y 12 años de edad respectivamente) una decisión drástica que cambiará para siempre la historia de la familia: vender todos los bienes que habían forjado como familia y dejar todas las comodidades urbanas que tenían en Zaza, para irse a vivir a la finca de sus abuelos paternos a fin de iniciar una nueva vida como familia campesina. Esta decisión era mucho más delicada por las circunstancias adversas que debían enfrentar: una finca destinada totalmente al monocultivo de tabaco, sin árboles y con muy poca fertilidad para intentar otras opciones; donde nadie vivía desde hace años al haber una casa muy deteriorada y sin energía eléctrica; con problemas de agua, sin vecinos y teniéndoselas que arreglar prácticamente solo para todo el trabajo en el campo.

Pero el convencimiento, tesón, inteligencia y disposición para el trabajo, permitieron a la familia Casimiro Rodríguez sobreponerse a esas adversidades y paulatinamente mejorar sus condiciones de vida en el campo. En un principio don José decidió mantenerse en la producción agrícola convencional, pero incrementó sustancialmente la calidad y cantidad de la producción, sorprendiendo incluso a su propio padre. Ello le permitió comprar una vaca y una puerca para alimentar a la familia, adquirir gallinas y mejorar las condiciones del pozo de agua que entonces existía en la finca.

Para entender el valor de la anterior y lo que vendría después, es necesario situarnos en la época. Estamos en los primeros años de la década de 1990, cuando Cuba vivía el momento económico más difícil desde el triunfo de la revolución cubana. Recién había desaparecido la Unión Soviética y con ella, todo el apoyo que Cuba recibía del entonces llamado bloque socialista. Por consecuencia, la isla padecía entonces carestía de alimentos, bienes de consumo, materias primas, insumos, maquinaria y demás bienes, pues además de todo se recrudeció con el embargo económico de Estados Unidos y su presión para que otras naciones y empresas no tuvieran intercambios económicos y comerciales con este país.

Fotografía: Alejandro Macías Macías

Esta etapa crítica que vivía Cuba obligó a muchos de sus habitantes a idear otras formas de hacer las cosas para salir de la apremiante situación. Así lo entendió José Antonio Casimiro, que apenas dos años después de iniciarse en la agricultura convencional ya se había desilusionado de la misma. Ante ello tomó una nueva y definitiva decisión: dejar de producir de manera convencional monocultivos, para involucrarse en la agroecología y la permacultura bajo la premisa de convertirse en una familia con tal soberanía alimentaria que no se viera perjudicada por condiciones de crisis como la que en ese momento afectaba al país, pero además alimentándose sanamente y cuidando de la naturaleza. Fue entonces que distintas personas de ambos movimientos visitaron la finca (entre ellos, uno de los fundadores de la permacultura), quienes consideraron que en ella ya se estaba haciendo permacultura y agroecología, aun sin que la familia tuviera conocimiento de ello. Igualmente, don José y su hija Leidy participaron en un curso de permacultura y recibieron el título correspondiente.

Para que decisiones de tal envergadura se sostuvieran con el tiempo a pesar de las enormes adversidades que la familia debía enfrentar, fue necesario que sus miembros estuvieran enamorados de la agroecología. Esto se facilitó al vivir en la finca “pues así te enamoras de lo que haces y le pones mucha más atención”. Igualmente implicó realizar cosas que en ese momento no eran bien vistas por la sociedad, como “condenar” a la familia a vivir en condiciones adversas en una finca en que no se tenía energía eléctrica , ni acceso a los satisfactores que se tenían en el pueblo. También criticaban a don José por renunciar a percibir un ingreso monetario regular, lo que dejaba en vulnerabilidad a la familia para potencialmente caer en condiciones de pobreza. Incluso, no fue bien visto que los Casimiro Rodríguez se salieran de la lógica del mercado para la adquisición de los bienes que cubrieran las necesidades familiares y abandonaran los estándares sociales regularmente aceptados.

Todo ello tuvo que ser afrontado por don José y su familia, conscientes de que la propuesta agroecológica es una decisión disruptiva que, como tal, es ampliamente cuestionada por la mayor parte de quienes desean mantener el statu quo: “si quieres hacer un cambio como el que nosotros hicimos, necesitas salirte de los grupos, porque en ellos no aceptan que alguien no siga sus normas. Necesitas sustraerte del imperio que nos dice qué hacer y cómo hacerlo y asumir tu independencia. Claro que al salirte debes estar preparado para asumir las consecuencias, que te llamen loco y te dejen hasta cierto punto solo, pero es la forma de realmente disfrutar las cosas, las pequeñas cosas, pero hechas por ti”.

Regresando a nuestra historia, al estar don José convencido de que la transición agroecológica era la solución para el presente y futuro de su familia y su vida en el campo, procedió, con el único apoyo de su esposa, sus jóvenes hijos y esporádicamente algún trabajador, a iniciar en las 10 hectáreas que comprenden la Finca del Medio, un paulatino pero consistente proceso de transición agroecológica, que ahora lleva ya tres décadas. En términos generales este transitar ha consistido en una variedad importante de estrategias y acciones, entre las que se encuentran la plantación de una cantidad importante de diversos árboles, algunos frutales y otros maderables, de manera que lo que antes era un espacio de sólo tierra arada, hoy es una selva con gran diversidad de flora, que mejoran la humedad del suelo, atraen el agua y han dado origen a nuevos ecosistemas sustentables.

Fotografía: Alejandro Macías Macías

Igualmente hay una diversificación en la producción de la finca para garantizar la autosuficiencia alimentaria, de manera que se cuenta con espacios para el cultivo de yuca, malanga, caña de azúcar, plátano, arroz, frijol, diversas hortalizas y muchos otros vegetales comestibles y no comestibles. También han intentado producir maíz aunque los resultados todavía no son los deseados.

La finca en sí es un espacio abierto para la cría de animales de distinta índole: vacas, cerdos, gallinas, conejos, palomas. Estos conviven con el entorno en completa libertad, siendo animales sanos que permiten a la familia acceder a alimentos igualmente sanos.

Como es obvio, toda la producción se realiza con cero uso de químicos e insumos externos, sobre todo si estos hacen daño a la naturaleza. En este punto es conveniente traer a la palestra una serie de pensamientos de don José, que reflejan su filosofía respecto a lo que significa la producción agroecológica de alimentos que ellos practican en la finca del Medio:

“Nosostros comemos mejor que ni los reyes. Quien no quiere comer alimentos frescos y con la seguridad de que son sanos en todo sentido. ¿Tú sabes de dónde viene la comida que compras en el mercado?, ¿qué ingredientes tiene y de qué orígenes son? A veces ni los reyes saben esto, nosotros sí”.
“La auténtica comida rápida es la nuestra, pues ¿cuánto tiempo transcurre desde que cosechamos los alimentos hasta que nos los comemos?”.
“Nuestra comida es cero kilómetros de huella ecológica, a diferencia de la comida que se compra en el mercado y que trae consigo miles de kilómetros de transporte para viajar desde el productor al consumidor”.
“¿Es más sustentable cuando se comen verduras qué provienen de países lejanos?. A veces se confunde vegetarianismo con sustentabilidad”.

Existe además un proceso permanente de selección para obtener las mejores especies vegetales y animales, de acuerdo con el entorno, pues don José está convencido que en agricultura no hay recetas; las mejores semillas y los mejores sistemas de producción son los que te sirven a ti de acuerdo a la realidad de tu entorno.

Una característica importante para asegurar la soberanía alimentaria en la finca del Medio consiste en tener inventarios de todo para superar épocas malas (agua, energía, alimentos). Su lema es ser lo menos dependientes de insumos y factores externos para ser menos vulnerables. Por ello, los Casimiro han creado una variedad de mecanismos para almacenar alimento por largas temporadas, desde refrigeradores, hasta el desarrollo de diversas técnicas de procesamiento y la construcción de un fogón para múltiples labores. Este último es un ejemplo de persistencia y perfeccionamiento que ha caracterizado la vida de don José y que ha transmitido a su familia, bajo la convicción de “intentar e intentar no importa cuánto te equivoques, hasta que encuentres la fórmula que se adapte a lo que necesitas y quieras”. Así, tener el fogón con la funcionalidad que hoy tiene, implicó hacerlo y rehacerlo 16 veces durante varios años.

Con el agua han hecho lo mismo para asegurar su abastecimiento permanente, creando todo un sistema para ello. En ese sentido, la más importante obra es la perforación de un gran embalse para captar agua de lluvia, tener peces y apoyar en la gestación de un nuevo microclima. Pero si se llega a secar el envalse o no se tiene energía eléctrica, la finca cuenta con varios pozos activos y distintos esquemas para colectar agua de lluvia cerca de la casa. Además, la propia diversificación de los ecosistemas en la finca provoca la humeda de los suelos y la atracción del agua que incluso ha beneficado a fincas vecinas, que hasta hace unos años tenían problemas para acceder al líquido y hoy tienen abastecidos sus pozos precisamente por las obras que don Jose y su familia han hecho.

En el caso de la energía eléctrica, la familia Casimiro tuvo que vivir sin acceso a ésta por siete años, pero en la actualidad cuentan con un sistema de páneles solares que les permiten tener energía incluso cuando existen apagones. Igualmente, los calentadores existentes en la finca funcionan con energía solar.

Una obra más de envergadura en la Finca del Medio, es sin duda el biodigestor con el que cuentan, cuya construcción en los términos actuales también llevó mucho tiempo de prueba y error. Este consiste en una cúpula que se encuentra por debajo de la tierra (en realidad ya son dos). A un lado se encuentra un recipiente de cemento donde se deposita el estiércol recolectado de las vacas y se agrega piedra pulverizada, huesos incinerados y ceniza del fogón. Todo ello se revuelve con agua para pasar internamente al recipiente de la cúpula. A esta también llega por debajo el estiércol y los orines humanos, pues se tienen una serie de mangueras conectadas a los baños.

En el fondo de la cúpula se asientan los sólidos, mientras que el líquido se queda en la superficie. Dicho líquido después pasa a un tercer recipiente desde donde es extraído para fertilizar las plantaciones, teniendo en cuenta que existe una red de mangueras para ello. Por su parte, los sólidos se usan como alimento para las lombrices, a fin de crear composta; también se exparce por diferentes partes de la finca donde se dan silvestres plantas de calabaza, tómate etc. Finalmente, el biogas generado es transmitido por mangueras hacia la cocina y refrigerador.

El biodigestor es producto de la aplicación de la permacultura en la finca del Medio. De hecho, la permacultura ha sido fundamental en todo el proceso de transición agroecológica de la finca, ya que ha permitido eficientar la distribución de los espacios y de las construcciones ahí realizadas.

Fotografía: Cortesía de La Finca del Medio

La permacultura y la experiencia adquirida por don José cuando estuvo en la guerra en Etiopía, provocaron que la construcción de la casa y demás áreas habitacionales en la finca (pues la casa original de los abuelos fue derruida) sea de forma circular, lo cual permite evitar afectaciones por los vientos generados por los frecuentes ciclones que azotan a la zona.

Por otro lado, aunque el objetivo principal de la finca del Medio sea la generación de alimentos y otros productos para la familia Casimiro, no se trata de un proyecto autárquico que se aísla del exterior. Por el contrario, se realizan distintas actividades para aprovechar la vida en la finca y obtener ingresos extras, bajo el convencimiento de que el campesino no debe conformarse con ser pobre, ni la agroecología debe ser sinónimo de pobreza, sino generar productos que provean nuevos ingreso necesario para vivir bien.

En ese sentido, en la finca se realizan varias acciones para procesar la producción primaria a fin de generar valor agregado. Por ejemplo, tienen máquinas para hacer aceite de distintos productos, así como para desgranar y moler granos y semillas u obtener jugo de caña, etc. También usan el fogón para deshidratar plátano y otras frutas, elaboran mermeladas y jaleas de las frutas que producen, y hacen quesos y otros derivados de la leche de vaca.

La otra actividad en que ha incursionado esta familia para proveerse de recursos que después invierten en la finca (como la recién compra de un tractor al que han incorporado implementos viejos y adaptados por ellos y que les ha permitido aumentar la capacidad de hacer cosas en la finca) es el turismo rural. Este lo realizan bajo la perspectiva del respeto integral de su vida campesina, de manera que son selectivos en el tipo de personas que reciben, sólo aquéllas que valoran lo que hacen y se adaptan a la vida de la familia. Al respecto, dice don José: “en el mercado convencional el productor y vendedor deben adaptarse a lo que quiere el consumidor, pues ‘el consumidor manda’. Sin embargo, nuestra visión de tursimo rural es que quien quiera venir aquí debe respetar y valorar nuestra forma de vida. Nosotros no vamos a cambiar para quedar bien con el consumidor porque eso sería dar al traste con lo que somos, lo que hacemos y lo que nos hace felices”.

En conclusión, don José Antonio y la familia Casimiro constituyen una familia campesina agroecológica ejemplar del siglo XXI. Son campesinos que reivindican lo más valioso de la tradición campesina (como vivir en la finca donde producen; producir prioritariamente alimentos para la familia y no mercancías alimentarias, así como de consumir la mayor parte de lo que producen), pero no caen en figuras poco acordes para la realidad actual, de manera que reivindican que el campesino no tiene que ser pobre para ser campesino, sino que debe tener una vocación permanente para la innovación y la actualización permanente sobre distintos tópicos de la ciencia y la tecnología. Por ello es que buscan la preparación constante de los miembros de la familia, como sucede, por ejemplo con Leidy, formada como economista y abogada, donde obtuvo títulos de oro, además de ser la única doctora en agroecología existente en Cuba, graduada de la Universidad de Antioquia, Colombia, dónde obtuvo el premio Magna Cum Laude. Ello le ha permitido ser en la actualidad una reconocida académica e investigadora tanto a nivel nacional como internacional.

Fotografía: Alejandro Macías Macías

La familia Casimiro son también campesinos que buscan la soberanía alimentaria de la familia para dejar de depender del imperialismo del mercado, aunque no se subsumen totalmente del mismo, sino se integran parcialmente a él cuando las condiciones lo permiten para generar ingresos complementarios. Asumen la agroecologia en toda la extensión de la palabra, pero no quieren una agroecología pobre, ni que no incorpore los avances científicos y tecnológicos cuando así conviene, siempre y cuando no vaya en contra del cuidado de la naturaleza y de la producción de alimentos sanos.

Son agroecólogos que entienden que la finca debe ser un conglomerado de ecosistemas donde no existan desperdicios, sino que todo se devuelve a la naturaleza para que esta provea de nuevos bienes. Donde la finca no sea solo para producir alimentos, sino también para que plantas, animales y humanos vivian felices y en armonía con el entorno. Una finca capaz de también generar servicios ambientales y energías limpias. Agroecólogos que no están sólo a la espera de apoyos externos y recetas prestablecidas, sino que toman del exterior lo que les conviene solo como complemento a lo que internamente generan y lo adaptan a su propia realidad para obtener así el mejor provecho.

La familia Casimiro Rodríguez está compuesta por miembros que no asumen una postura pasiva de lamentos por la dificultad que resulta hoy adquirir maquinaria, materiales, insumos y otros productos de importación debido al embargo estadounidense para comerciar con la Isla; por el contrario, hacen de las dificultades nuevos retos para poner en práctica su iniciativa y capacidad de resiliencia. Lejos de renegar de la vida campesina agroecológica y sus enormes retos, están enamorados de ella y la reivindican en todo su quehacer diario, orgullosos de vivir como quieren y no como se les impone.

Por todo ello, no nos cansamos de señalar a don José Antonio Casimiro, su esposa Mileidy, sus hijos José, Leidy y Chavely; su nuera Lisandra, sus yernos Lorenzo y Giraldo, así como sus nietos Darío, Jose Alberto, Amanda y el pequeño Alexander José, constituyen una familia a la que aspiramos todos los que amamos la agroecología.