Año 2, número 10

Sara Bernabe Aguayo

En un municipio sureño de Jalisco, un fenómeno ha surgido, transformando paisajes y vidas a través del auge del aguacate y las berries. Este cambio, revela cómo la prosperidad agroindustrial de Zapotlán el Grande no sólo ha establecido un mar de plástico e hileras de árboles bien formaditos, uno tras otro, sino que también ha tejido complejas consecuencias sociales y ambientales. Desde el despliegue de vastas plantaciones que desafían la tradicional imagen agrícola de la región, hasta los límites que oscilan entre el beneficio y el costo ambiental.

Historias de crecimiento económico coexisten con narrativas de preocupación, marcadas por la deforestación y la intensiva extracción de agua, evidenciando una tensión constante entre la prosperidad material y la sostenibilidad del entorno. Mientras la región se adentra más en esta era de monocultivos exportables, las preguntas sobre el futuro de la biodiversidad local y el acceso justo a los bienes comunes se hacen cada vez más urgentes.

Agricultores, empresarios, y habitantes enfrentan el desafío de navegar este nuevo paisaje económico, adaptándose, resistiendo, o reinventándose en el proceso.

Este análisis, lejos de ser un mero registro de lo que antes había y de lo que ahora es, surge como un llamado a reflexionar sobre cómo cultivamos y consumimos, perfilando un equilibrio más armonioso con nuestro entorno. Es una invitación a considerar el precio de la prosperidad y a buscar caminos que conduzcan hacia un desarrollo que honre tanto a la tierra como a quienes de ella dependen. 

Este esfuerzo por comprender y mitigar los impactos de la agroindustria en Zapotlán el Grande es un espejo donde se reflejan desafíos globales, recordándonos la importancia de la sostenibilidad en nuestra deteriorada relación con el planeta.

Fotografía de Hugo Rodríguez