Las voces de todas. Reunidas.

Fue hace nueve años que conocí lo que era participar en un grupo de economía alternativa. Yo llegué buscando espacio para vender lo que salía de mi huerta, mis tortillas, mis tostadas y algunas salsas que preparo. Pensé primero que me iban a cobrar piso, pero el panorama se fue tornando interesante a mi experiencia. Ahí hablaban de la importancia de cuidar el medio ambiente, para nosotras y para otros seres vivos. Entonces comenzamos a trabajar cómo lo que ofrecíamos era además viable desde lo sustentable, para nosotras/nosotros, para otros seres vivos, para el entorno. No me había puesto a reflexionar sobre eso, yo pensaba que el agua que usaba era parte de mi derecho, así como la tierra, que ahuyentar a las ardillas era además importante porque si no ¿cómo iba a vender?

La búsqueda de un espacio para vender se convirtió en el encuentro con un grupo que me acompañaba también en el compartir de experiencias, de conocimientos, cada semana asistíamos a talleres para dialogar sobre nuestros procesos productivos, para construir alternativas sustentables para sembrar, para cocinar, para incluso acudir a ofrecer nuestros productos partiendo de una postura política: cero desechable.

Además, el encuentro con esta experiencia me permitió vivir de cerca los procesos de otros y otras compañeras, las artesanas, las huerteras, las médicas tradicionales, las cocineras tradicionales. Nuestros diálogos fueron importantes, han hecho eco en mi proceso de búsqueda.

La pandemia nos tocó y llevó a ser creativas, buscamos otras estrategias, pero al final el proyecto terminó pausado por procesos ajenos al grupo, el espacio donde veníamos reuniéndonos ya no dio luz a continuar. Todas y todos buscamos construir otros caminos, de eso se trata, sumarnos a otros proyectos en diversos espacios y territorios.

Tejer economía alternativa no solamente es tejer una red de producción y comercialización local, sino también tejer comunidad, tejer tribu para sostenernos. En los talleres que trabajábamos, muchas de nosotras sentíamos incertidumbre de cómo llevar a nuestra vida diaria el tema de hacer una economía justa, cómo llevar al hogar los procesos sustentables, cómo no provocar el autoengaño que nos pasa a muchas cuando empezamos y nuestro ombligo no estuvo conectado con la tierra: “Lo haré mientras me ven, pero cuando no me ven no buscaré alternativas sustentables”.

Quieres no crecimos en contextos rurales, quienes no tuvimos la fortuna de estar conectadas con la tierra, con la madre naturaleza, vamos también sanando en tribu esa relación, vamos desaprendiendo prácticas depredadoras. El proceso no es sencillo, es lento, de altibajos, pero es importante hacerlo en grupo.

Ahora cada una de nosotras tiene un caminar en la defensa de la tierra, en la creación de espacios para provocar economías alternativas, hemos tejido redes con otras compañeras de otras regiones para seguir con el diálogo. Nos toca ahora acompañar los procesos de personas que están interesadas en sumarse a este caminar. El Pochtécatl siguió de forma permanente, sino físicamente, sí en nuestros corazones.