Año 2, Número 9

Autora: Mirta Mojarro Hernández

Si bien la mayoría de las personas posee conocimiento sobre el maguey y el pulque, todavía en algunas regiones se desconoce mucho sobre el saber que hay detrás de tan apreciada planta y bebida. Con lo anterior me refiero a todo el entramado simbólico, político, social, histórico y cultural que se desprende desde el pasado hasta nuestros días, su asombroso legado de persistencia y resistencia, cruzando de lo sagrado a lo profano, que va desde la época prehispánica atravesando las distintas etapas históricas que ha tenido papel dentro del territorio nacional a lo largo de los siglos. Por lo que la presencia de medios de difusión, como Teocintle, Gaceta Agroecológica, donde damos a conocer la importancia de la cultura del pulque resulta fundamental para incentivar su preservación. 

Es preciso señalar que una de las tantas vías por las cuales la cultura pulquera ha seguido presente es gracias a los distintos actores que hacen posible su divulgación. Ejemplo de ello son las y los campesinos, tlachiqueros, raspadores, bebedores que permiten desde sus espacios que la academia genere conocimiento a través trabajos de investigación y difusión para nutrir los estudios referentes al maguey y el pulque.

Sus investigaciones generan conocimiento y antecedentes que incentivan a la creación de nuevos proyectos que continúen manteniendo vivo el interés por su estudio; la organización de congresos especializados como lo es El Congreso Nacional del Maguey y el Pulque que este año 2024, celebrará su décima edición; los distintos colectivos conformados por activistas cuyo principal interés es el mantener vivo el deseo por preservar y difundir la importancia entre la población en general sobre la cultura pulquera, a través de medios de difusión digitales e impresos, organizando eventos culturales donde el compartir los saberes hacia un mismo fin da lugar a un encuentro entre campesinos y campesinas dedicadas a la actividad pulquera: es decir, la plantación, protección del maguey pulquero, raspar el corazón del maguey, cuidar el aguamiel, llevarlo a tinacales -llamados así en el centro del país- o a el hogar donde se preparará el pulque, proteger el saber pulquero, transmitirlo de generación en generación, ofrecerlo a bebedores y bebedoras. Proteger el legado.  

Fotografía de Sofía Margarita López Navarro
Productor Lorenzo García de Temetzontla, Tlaxcala
Fotografía de Jessica Vázquez Reyna
Fotografía de Gonzalo D. Álvarez Ríos

Por ello, este número de la gaceta está dedicado al maguey y al pulque. Se comparten una serie de textos e ilustraciones desde diferentes voces para darnos a conocer y concientizar la importancia de esta cultura, donde Gonzalo Álvarez nos contará de una alternativa agroecológica que propone para combatir al picudo, una plaga difícil de hacer frente que afecta directamente al maguey; Samuel Oliveros quién narra la actividad de la producción de aguamiel existente en su comunidad “La Hacienda” que está localizada en el municipio de Quitupan, Jalisco; Jessica Vázquez que nos comparte por parte de pequeños tlachiqueros sobre la producción de pulque en comunidades del estado de Tlaxcala, así como el riesgo de su desaparición describiendo las situación por la que se está atravesando en este territorio; Luis Leonardo Gutiérrez quien es co-socio de la pulquería “La mestiza”, ubicada en el municipio de Guadalajara, quien pone en manifiesto su sentipensar respecto a la valorización del trabajo complejo del campesino dedicado a la actividad pulquera así como de la bebida misma; Jesús Abraham Mora nos comparte desde una mirada antropológica la simbología que hay detrás el pulque en los pueblos mesoamericanos, donde la cosmovisión de aquellos pueblos no fueron “simples invenciones” como en su momento la intención y el pensamiento eurocéntrico blanco pretendió fuera un hecho indiscutible. Continuando con un texto que comparto, donde evoco lo presente que esta el maguey en el transcurrir de nuestra vida diaria, así como el describir dónde se localizan y las diferentes especies de magueyes que se pueden encontrar a lo largo del país, su importancia como alimento para el pueblo mexicano en el pasado, así como un exhorto a la oportunidad de abrir el paladar para degustar el Octli.

En la sección de Tlakuali leemos a dos cocineras, Carmen Mendoza Cámara, escritora, cocinera, panadera, activista cultural del maguey y el pulque en Morelos,quien nos habla de los Pastes de Pachuca, así mismo, del sur de Jalisco, en Zapotlán el Grande, Guadalupe Ramos, cocinera, promotora de la cultura del maguey y el pulque, nos comparte la receta de El Bote. 

Finalmente, Esmeralda Sánchez Feliciano, Damián Sanchez Feliciano y Ariadna Sanchez Feliciano de la comunidad de El Rodeo, en la sierra del Tigre, Jalisco, comparten en Pitenzin, la sección de las niñas y niños, sentires sobre el maguey a través del dibujo. 

Es nuestro deber como generación joven reflexionar sobre cómo podemos contribuir a la supervivencia de esta tradición. Las generaciones mayores nos encomiendan la tarea de mantener viva la cultura pulquera. El pulque es más que una bebida. Desde el magueyal al vaso, en un solo trago, se está bebiendo cientos de años de insistencia, persistencia y resistencia. Ese trago condensa la historia, tradición y cultura de nuestro país. Es un legado que se debe de celebrar, una historia que vale la pena contar, y una tradición que debemos preservar.